lunes, 21 de diciembre de 2009

Carlos y su mundo...

Te lo encuentras a menudo. Se llama Carlos, ronda los cincuenta, peina canas y perdió la sonrisa hace tiempo. Hizo Derecho en la Complutense de Madrid, dirigiendo después con destreza un bufete de abogados en Gran Vía que era la envidia del colectivo. Movía el culo en un Mercedes negro, vestía zapatos a la última y miraba la hora en un reloj de oro importado de Suiza, regalo de un cliente agradecido. Regía con señorío y disponía con esmero. Disfrutaba de una vida cómoda, con los niños estudiando en los mejores colegios y la esposa bien atendida. Los horarios no eran problema, la oficina marchaba bien y la cuenta corriente nunca pasaba frío, siendo raras las tensiones y menos aún las estrecheces de cualquier tipo. Pero un día todo cambió, de forma inesperada. Una tarde volvió a casa antes de lo previsto y advirtió la presencia de alguien conocido en su dormitorio, además de su esposa. Era su socio de negocios, vecino de la infancia y compañero de fatigas de facultad, confirmando lo inimaginable hasta entonces, traición y adulterio entre cuatro paredes, matando en vida un buen hombre. La mañana siguiente, aún con la mirada perdida y el corazón paralizado, recibía en mano la denuncia de un juzgado de lo penal que le informaba de un delito de daños, adjuntado fotos y partes médicos. Los ejecutores del atraco contra la lealtad, amigo y esposa, habían sido más rápidos, y, aprovechando la desazón y el desconcierto, idearon la manera de zafarse del embrollo, inventando declaraciones y falsos testimonios, jugando a todo o nada, y ganando. Era lo de menos para Carlos, ya no había consuelo posible. Lo perdió todo, casa, dinero, joyas, esposa, amigo, y hasta hijos, pues éstos fueron advertidos de la supuesta agresión y se posicionaron del lado de los malos, como pasa casi siempre, quedando destinado a vivir eternamente en la angustia de no tener nada, bajo la maldición de no ser amado por nadie…
-Y es que hay heridas que no cicatrizan-, me dice Don Rafael, el frutero, señalándome a Carlos en la otra acera, vagabundo de manta y cartón de vino, apostado semana sí semana no en los soportales de alguna vivienda hasta que es echado, acompañado de un noble chucho que parece conocer lo triste de su leyenda. Son pocos en el barrio los que conocen su pasado y muchos los que miran para otro sitio cuando reparte improperios en plena resaca, entre los que yo mismo me contaba hasta hace bien poco, desconfiado de sus gestos agresivos y desesperados hasta que supe de sus penas. Ahora sé, cada vez que paso a su lado, que tras esos ojos vacíos hay un zurrón de historias, buenas y malas, pero dignas de ser contadas, y para eso dispongo mi pluma, firme y brava, aunque solo sea porque me absuelva por todas las veces que pasé casi rozándole y le creí merecedor de soledad y misería. Aunque sólo sea, escuche, por devolverle la vida de nuevo a esos ojos que dicen ahora, para mí, tanto…

jueves, 17 de diciembre de 2009

Peripecias de fraile...

El libro de mi amigo Juan está dando para mucho. Entre batidas contra ácaros me ando ensimismado estos días, devorando capítulos que no tienen desperdicio. El que les relato es digno de ser contado, estén atentos. Corría el año 1520, en época de viajes al Nuevo Mundo en busca de colonizar a los indígenas a la vez que llenaban los bolsillos de piritas de digna pureza. En cada nao, por aquello de ambas cosas, zarpaban a bordo un par de curas o frailes con objeto de repartir bendiciones por doquier y llevar la palabra inquisitoria más allá de nuestras fronteras. Curioso, pues no era raro que por los lares de las Américas, los mismos que vestían sotana y alzacuellos pillaran una de esas fiebres venéreas que les hacían palidecer la picha, pero ese no es el caso. Al fin y al cabo, imaginen el cotarro, pongamos que Fray Perico, sin borrico, y Fray Felpudo, naturales de Sigüenza y residentes en el monasterio de la Rábida, son elegidos, junto con 10 marineros, 4 tripulantes y 6 pasajeros, a partir desde Sevilla hacia tierras colombianas. En esas que, a pocas millas de la costa, se les echa encima un bergantín berberisco, haciendo señales para arriar velas. El patrón se dispone a acatar banderas, ideando un acuerdo rápido con los rebeldes para poder seguir el rumbo, a salvo, pero claro, los curas no las tenían todas consigo, y es que para un moro, y no es de ahora, un cura mola, pero mola más colgado boca abajo, con o sin cabeza. Eso o recluiditos en alguna mala mazmorra de Fez, rodeado de ratoncitos y delincuentes. Y claro, allí decidieron rápido, pillarse los estiletes más a mano, ocultar tripulación y pasaje y vestirse de guerreros, los dos solos, rezando lo que sabían minutos previos al desembarco. El acojone, imaginarán, total y absoluto.
Y los moracos cada vez más cerquita, relamiéndose con el botín, hasta que quedan flipados divisando por proa dos sacerdotes en oración, dándose golpes en el pecho y con la mirada perdida. Y en esas, cuando andan los navíos a golpe de saltito y los moriscos se plantean el abordaje, los dos hijos de la patria, de la nuestra, saltan al bergantín vueltos loco y blandiendo espadas en los pechos de los enemigos, poseídos cual Santa Teresa, pero con la mala leche de Torquemada y los 40 ladrones, llevándose por delante la intemerata de pieles negrucias, y los que quedan entonando las de Villadiego por popa, chapoteando sin mirar atrás, como buenos caguetas extranjeros…
Relata la crónica de la época que los dos solitos dieron matarile al menos doce infieles, y todo ante la atenta mirada del patrón, que ya a estas alturas estaría muerto de la risa con el espectáculo. Arribaron como pudieron en las costas portuguesas, desembarcaron lo que quedaba vivo y prosiguieron su camino hacia las tierras del Nuevo Mundo, como si nada, con otra historia en el zurrón para contarle a los colegas. Curas como Dios manda, nunca mejor dicho, y es que uno piensa, y no es en balde, que si, en vez de contar lo mismo de siempre en misa, los amigos sacerdotes nos relataran estas peripecias de otro tiempo, sabría de uno que acudiría el primero a la cita cada domingo, puntual, desde luego, y hasta pasaría el cepillo si se me pidiera. Sin pensarlo, vaya, aunque solo fuera por honrar la memoria de aquellos dos valientes y su digna historia...

martes, 15 de diciembre de 2009

Minucias de suegra

Entraba en la cafetería embutido de abrigos y bufandas cuando, al tiempo de despojarme de mis atuendos, una mano robusta y curtida me agarraba del brazo a modo de saludo. La reconocí al instante, se trataba de Juan, retratista y aventurero, como él mismo se define, caballero de capa clásica y noble gesto, capaz de descubrirme a mí mismo la primera sonrisa de la mañana. No hace mucho que le conozco, pero ya advierto en cuestión de segundos si trae entre manos algún asunto interesante o algún chascarrillo gracioso. Y así fue esta vez. Bajo el brazo portaba un libro antiguo, con las tapas gruesas y las hojas amarillas, como desempolvado de repente tras lustros sin ser abierto. ¡Al fin lo conseguí!, fue lo primero que dijo sin saludarme siquiera. No recordaba a qué se refería, quedé pensativo, hice acopio del último sorbo de café y por fin caí en la cuenta. Hace tiempo me habló sobre un libro viejo que versaba sobre documentos de la España de las Américas, en el que se relataba con lujo de detalle testamentos, cartas y quehaceres de personajes de la época. Los sostenía entre sus dedos mimando cada movimiento, reflejo de lo que le costaría al hombre hacerse de un ejemplar en el universo de papeles que es el Archivo de Indias de nuestra ciudad, tesoro no siempre ponderado como debiera merecer, pero ya sabemos como funciona el cotarro en éste, nuestro circo...
Tuve el honor de ojearlo un momento, al tiempo que el polvo se incrustaba en mi hocico y los ácaros hacían el resto para hacer brotar estornudos y ojos llorosos. Mas aún, entre lágrimas sin tristeza, pude leer un curioso pasaje. Corría el año mil quinientos ventipico, cuando España era Imperio allén de los mares y Carlos V regía las tierras lejanas con pulcritud y destreza. Juan Sebastián Elcano, capitán de la nao Victoria, yacía en su camastro esperando la extrema unción, al tiempo que dictaba, no sin esfuerzo, un extenso testamento a golpe de ducados y maravedíes. En una de sus prebendas, la que les relato literal, el marino ordenaba lo siguiente...- Mando a dicha mi señora pueda disponer hasta cantidad de cient ducados de mis bienes en cosas que fueren su voluntad della é no obligada á dar cuenta dellos á mi heredero, é ruego é pido que como buena señora mire por sus ducados de las garras de su santa madre-.
Dio para muchas risas la frase del héroe en nuestra tertulia matutina, y es que Juan siempre anda a la gresca con la suegra, cansado de tener que intuir críticas furtivas por permanecer mucho tiempo fuera del hogar, por más que el pan de su casa y sus polluelos dependa de esos largos viajes.
Y es que hay cosas que no cambian, dirán, por muchas vueltas al mundo que de uno y por muchos siglos que pasen de largo. Las mismas batallas y los mismos deseos para las suegras, por mucho castellano antiguo y testamento loable que nos echemos a la cara. Que para un último papel que uno escribe,pensaría el marino, no se iba a andar con miramientos y medianías, harto, a buen seguro, de escucharse zumbidos en los oídos allá por los Mares del Sur, las Antillas holandesas o donde Cristo perdió la chamarreta, y todo, por abandonar el hogar y la esposa para salir en los libros de historia inmortalizado como héroe y descubrir nuevos y ricos mundos para la Patria, ya ven, minucias para una santa suegra...

lunes, 14 de diciembre de 2009

Ganarán los malos...

De antemano, que me perdonen algunas madres, y, si están a tiempo, pasen a otra cosa, no vaya a ser que les suene la historia y los despropósitos que aquí narro de cuando en cuando, pero es que para eso tengo estas letras, para desahogarme y soltar puños a la nada, al menos hoy, cruel domingo. Y es que los domingos por la tarde huelen a tristeza. Poco a poco las calles se van despoblando y el frío recorre las aceras, llevándose consigo las carcajadas y tenderetes del fin de semana. Pronto el silencio manda y la oscuridad cubre el cielo, hasta un nuevo Lunes, quizás indigno, pero a buen seguro lastimoso por volver a ver los mismos rostros de siempre de primera hora. Pero puede ser peor, y si no, oigan la cantinela del que, cargadito de zumos y galletas, acude a su coche para emprender camino de vuelta y llorar en silencio por otra tregua vacacional que se escapa. Y es que puede ocurrir que llegues a tu carro, bien aparcado, y te lo encuentres con el retrovisor hecho trizas, vilmente mutilado por algún indeseable que pagó sus penas y desgracias con dicho artefacto. Manda tragaderas…
A duras penas intentas recomponer los cachos, tragas saliva, mentas a la madre que lo parió, y haces de tripas corazón para darle a las marchas y llegar cuanto antes a casa. Y se le queda a uno la cara de tonto, harto de pagaderos y de dar los buenos días, hasta el leño de ceder el sitio y poner buena cara al vecino. Para luego lo mismo de siempre, que llegue un soplagaitas de cuarta y se lleve de un golpe cualquier cosa tuya que pille por medio. Tú, que no te has movido de casa en todo el fin de semana para no hacer gasto, tú que haces por respetar al prójimo, cansado de poner mejillas y recibir garrotazos…
Por todo eso y mucho más, no lo duden, ganarán los malos. Y con malos no me refiero a grandes genocidas ni dictadores de mala sangre. No, los malos los tiene usted puerta con puerta, disfrazados de ciudadanos normales, pero siempre dispuestos al pisoteo, a colarse en las filas y gritar a los niños que juegan inocentemente a la pelota. Así los puede usted identificar, fácil, el que adelanta cuando no debe, el que no saluda en el descansillo. Ahí le tienen al jodido, por mucho que parezcan inofensivos y débiles, pero no, hacen daño, os los aseguro. Los que desprecian a su propia ciudad, los que venden a su hermano por una herencia o recurren al enchufe para librarse de lo que sea. Esos son los peligrosos de verdad, los malos, permítanme, los que nos hacen la vida un poco menos agradable, teniendo que entrar en casa con la leche agria y las ganas de reir a cero patatero. Echen un vistazo a su alrededor, estoy seguro que entienden de lo que hablo, los reconocerán rápido, al menos aún, hasta que encuentre al malnacido que rompió mi retrovisor, Dios mediante, pues a ese cuando lo pille no lo va a reconocer ni su putísima madre, por muy santa y muy buena que sea la señora. Porque ganarán los malos, señores, pero igual podemos hacer que alguno que otro llegué trasquiladito el Lunes al trabajo, ese consuelo me queda...

jueves, 10 de diciembre de 2009

Familia de alquimistas...

En otro tiempo, lustros de caballeros y brujería, habitaban en el anonimato personajes cercanos a la santería, científicos de espátula y pociones mágicas que suspiraban por convertir cualquier mezcla extraña en oro. Eran los llamados alquimistas, almas obsesionadas con probetas y sustancias a la luz de un ventanuco, testigo de un mismo número de ilusiones como de decepciones. Urdían planes quiméricos imaginando eurekas y albricias, pero terminaban entonando el pobre de mí antes de lo que canta un gallo, enloqueciendo en madrugadas frías por sueños imposibles. Jamás ninguno consiguió su objetivo, al menos que sepamos, pero hoy valoramos en forma de letra su paciencia y esmero, como todas las cosas que merecen la pena, con su honorable reconocimiento, por mucho que llegue a destiempo y con tinta desteñida.
Tuvieron que pasar los años y las épocas, los alquimistas se olvidaron y los libros los proclamó poetas de otro tiempo, ensimismados en vagas vacilaciones y anhelos de soñadores incomprendidos, perdurando su ejemplo hecho aventura, marchando en silencio, en santa compaña…
Pero si tiene usted suerte, si los astros le son favorables y el destino lo permite, igual se encuentra aún con alguno, despistado, inconscientes de lo que son pero dignos que lo que creen andar haciendo. Yo he tenido la dicha de conocer unos cuantos, genios que, sin quererlo, han conseguido hacer oro de la nada, o desde muy poco, terminando por moldear figuras exquisitas, como el mejor de los acabados de un buen artista. El resultado, superlativo, arte y genio unidos para regalar al universo mordiscos divinos, caricias en forma de notas musicales para facer magia en tus oídos. Y hoy se me ocurre uno, al menos, mientras me deleito con su obra y una copa de vino, ambos indicados para paladares finos y sensibilidades a flor de piel...
Se trata de Víctor, sobrino de mi amigo Tomás, compositor de obras excelsas desde bien enano, creador de música y lágrimas, pues su arte no deja indiferente, a pesar de todo, de su bella locura, de su paso distraído, de su caminar desairado. Nieto de una guerrera, Isabel, de la que un día haré semblanza. Hijo de la penumbra....
Por eso digo, debe ser alquimia, lo de esos padres, humildes trabajadores, buenas personas en medio de un mundo que aprieta y muchas veces ahoga, pero fieles a sus verdades, midiendo cada palmo para no salirse del tiesto y poder seguir teniendo oportunidades. Son alquimistas, desde luego, de los de antes, porque no hay mejor obra, sin duda, que la que nace de seres con una mano delante y otra detrás, pero con los puños llenos de dignidad, humildad, y unas cuantas gotas de maestría. Dios les conserve en eternidades por el bien de todos nosotros, sus vecinos, mas hasta entonces, será un honor para mí que acepten mi respeto y mi admiración, además de unas pocas palabras hermosas ...

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Permiso para arriarles...

No sé si han oído hablar este magnífico puente sobre la cumbre en Copenhagen en supuesto favor del Medioambiente, donde se han expuesto datos reveladores sobre la situación crítica del planeta. Datos que alimentan la hipótesis de la inminente catástrofe si no nos andamos con ojo. Para aportar soluciones reales se han reunido los principales líderes internacionales, salvadores in-expresum del cotarro. Por si no tenía usted poco con saber en qué contenedor echar los papeles y cartones, por mucho que alimente su coche de la bio-gasofa más cara, aquí nos traen nuevas recomendaciones para el ciudadano de a pie, para que, además de hacernos sentir culpables si tiramos lo orgánico en la bolsa inadecuada, nos creamos que hay unos cuantos políticos velando por la tierra que ocupamos.
Gente, no se engañen, que no les vendan la moto, cambien si pueden de canal y enchufen el teletienda o saquen al perro a echar la papilla, pero no queden postrados ante la caja tonta entonando el ¡Oh, mis héroes!, que es eso lo que precisamente quieren y buscan.
Claro, que no les cuentan las verdades, y si uno anda algo cansado como para darle al coco, es posible que no caiga en la cuenta, pues ya es bastante con madrugar y cumplir, que es mucho. Hasta que usted piense un instante y se lamente con el flagrante desagravio que le andan vendiendo. Los mismos que allí debaten sobre la crisis medioambiental son los que viajan en jets privados, 120 en total para este circo en concreto. Son los mismos que encargan limusinas para pasear el culo desde el mullidito sillón de su escaño al restaurante más lujoso para dar buena cuenta de la mejor mariscada que probó en años, pescadito fresco proveniente de algún caladero de altura en Morolandia, a base de sobornos y miradas para otro lado. Además, si aprieta el pelete, las señoras primeras damas formarán en corrillo para gritar al unísono contra la caza furtiva o la tala indiscriminada de árboles, todo eso mientras se echan a los hombros ese bisón de diseño tejido por manos esclavas en algún lugar de China. Todo para después recordarle a su maridito lo buenos que son para con el mundo y lo mucho que les necesitamos, discurso solamente interrumpido para darle el mordisco al paté de orca siberiana en extinción sobre la alfombra de leopardo que queda tan mona a juego con la madera de caoba. Y nosotros aplaudiendo, por supuesto, hasta que abramos bien los ojos, si es que nos dejan, y alcemos nuestra voz contra el ninguneo y la indiferencia, con las pocas armas que tengamos. Hasta entonces, eso es lo que nos queda amigos.
Eso o dar ejemplo, si al menos por alcalde de nuestro pueblo o ciudad, si por Presidente de nuestra comunidad o Asociación de Vecinos, pusiéramos un personaje que cerrara campos de golf en zonas de sequía y echara abajo hoteles en primera línea de playa hechos para el disfrute ajeno. Un tío capaz de empezar desde cero, con la Justicia como valor innegociable y el honor por bandera, empezando por no meter la mano en bolsillos que cada vez alumbran menos esperanza. Es lo único que nos puede salvar, buscarlos buenos y darles nuestro voto, eso o anchar aún más nuestras tragaderas, y presenciar impasibles como los cuatro de turno nos llevan al garete el planeta que habitamos. Decida usted por sus nietos, porque les aseguro que el mundo que conocemos no tiene futuro si la historia no cambia, así que espabile sus entendederas y desenvaine el sable contra esta gentuza, por el bien de todos, pues si lo hace, tendrá usted mi permiso para tirar el papel en el contenedor que le salga de los huevos, eso y mi reconocimiento en forma de letras, si no mi aliento para dar dos guantazos a estos payasos que llegan ahora de Copenhagen, hartos de mollate y con el alma sucia de falsas promesas...

jueves, 3 de diciembre de 2009

Se nos van los buenos...

Jubilado. Fue la palabra exacta que utilizó hace unos días en un correo un amigo de la infancia al que respondí con torpeza al cabo de los días. Se refería a Don Rogelio, profesor de mis primeros años pubertinos, chapado a la antigua en las formas, con la misma camisa insípida y su tabaco en el bolsillo de la misma. Era raro verle sentado, como mucho apoyaba las muñecas en la mesa para anotar a la altura de nuestro nombre algún positivo o negativo según fuera la copla. Tenía nuestro respeto, era de esos tipos que miran de frente y sonríen lo justo, implacable, para lo bueno y para lo malo. Recuerdo el cuaderno por el que se regía para darnos la vara, uno de esos portafolios de aspecto amarillento, con las tapas gastadas y llenito de tachones, dando buena cuenta de un trabajo hecho a conciencia a lo largo de los años. Era otra época, me dirán. Sí, una época en la que los niños no amenazaban a los maestros y los padres no permanecían indiferentes. En aquel tiempo las travesuras eran inocentes, no se grababan vejaciones ni se insultaba con tanta facilidad y destreza, a no ser que quisieras irte a la cama calentito. Don Rogelio era de esos pocos profesores que no iban a la escuela a cumplir sus horas y a otra cosa mariposa, era esclavo de su vocación y dueño de sus explicaciones. Se desgañitaba haciendo figuras en la pizarra y garabatos imposibles, todo para que entendiéramos cualquier cosa, por nimia que fuera. Y exigía, vaya si exigía, todas las mañanas a primera hora nos hacía levantar de la silla, uno por uno, para preguntarnos por textos de días anteriores, una verdadera evaluación continua, todo un reto para la educación de hoy día…
Me acordé de él esta misma mañana, al leer por encima el informe Pisa, que deja a los niños españoles como lo peorcito de Europa en conocimientos y educación. Don Rogelio nunca supo lo que era un informe Pisa ni una Evaluación Comunitaria, distaba mucho de conocer la estructura presupuestaria del Ministerio de Educación ni los secretos de la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Odiaba los tecnicismos y el papeleo, pero les puedo asegurar que aprendí más de ese hombre de lo que poca gente, y no sólo de raíces cuadradas y divisiones con llevadas, también me mostró el camino, a mí y a todos los demás, para hacernos hombres y mujeres de provecho, auténticos y respetables. Es por eso que me suenan a pamplina tantos informes y convenios, tanto estudio de campo y palabrería barata, cuando el problema de la Educación se arreglaría fácil, pienso, con muchos Don Rogelios, traduzco, profesores vocacionales, sin arrugas mentales ni temores de película, con los pies en la tierra y su misma mirada digna, sin bajarla jamás ante las pretensiones de cuatro niñatos enfermos. Pero ya ven, en vez de llegar, se van jubilando, y nos van dejando el aroma de su recuerdo, eso y su imponente ejemplo, grabado a fuego en los que alguna vez le sufrimos. Por todo eso, fui torpe al responder al correo de mi compañero, ya ven, con un simple y descuidado “se nos van los buenos, amigo, se nos van los buenos…”

lunes, 30 de noviembre de 2009

Con un canto en los dientes...

A la Universidad Hispalense le han concedido un año más el sello de calidad y excelencia, con acto entrañable incluido, en el Aula Magna. Pero más emocionante sería si no aparecieran por aquellos lares los mismos de siempre, los políticos, y es que hay guerras perdidas de antemano, pero intentaré hacer una crónica breve de lo que me tocó presenciar, y todo por darme un garbeo para arreglar unos papeles en las oficinas que lindan con esa facultad. Haré hoy de reportero al uso, todo sea por los lectores y mi desahogo…
Los generales por delante, resguardados a los flancos por la guardia pretoriana incansable, batida en pocas batallas pero con la solapa luciendo plata a mansalva, engañados a base de diplomas y falsos reconocimientos.
A los lados curiosos plebeyos y estudiantes murmurando alabanzas e improperios, según le fuera la copla, fascinados todos por tal marcha militar ante sus narices, aunque los mismísimos fastos del cortejo proviniesen de su bolsillo, roído de tanta desvergüenza ajena y no pocos desfalcos.
Entre tanto, discursos y peloteo, gestos de mentira, con callos en las manos de manejar las huestes ajenas con poco oficio y mucho beneficio, buscando entre la muchedumbre la sonrisa cómplice de alguna muchacha dispuesta a favores de catre furtivo, por aquello de hacer valer la erótica del poder o lo que ustedes quieran…
Allá van aliñados hasta la cepa de notoriedad y poderío, estrechando la mano del que se cruce, con la misma naturalidad con la que alzan su sable de tercera ante cualquiera que ose toser tal circo. Desconocen honores y nobleza, palabras huecas de sentido, aunque escritas en oro en las tiras que adornan su bandera, trapo manido en manos de los mismos cuando el foco alumbra para otro lado.
Entre tanto pingoneo, la banda de música viste de sonrisas viandantes en despiste que coinciden en el tiempo con tal comitiva, disponiendo para el abrazo mentiroso y promesas imposibles de cumplir.
Y cuando toca, mucho truco y no menos trato, regusto por la cocina y por lo que se cuece. Aficionados a la cuchara y al pasteleo, unidos por sobremesas bañadas en demagogia y educada hipocresía.
Cada año el mismo pitote, a últimos de Noviembre, cuando el frío arrima, el mismo juego desconsiderado perpetrado por políticos a la puerta del Rectorado para celebrar dios sabe qué… Y el que les narra, ensimismado, absorto por el sainete aplaudido. Son ellos, personalidades que ocupan escaños y cargos electos, concejales y Juntas de Gobierno de vaya usted a imaginar, la misma jugada de parafraseos ante un micrófono para repetir la cantinela de qué guapos somos y cuánto de encantados de habernos conocido. Lo mismo todos los años por estas fechas,que hay cosas que nunca pasan de moda. Pero esta vez, si cae usted, político, en estas letras huérfanas de intereses, no lo quiera el destino, sabrá, mientras se embadurna del afecto del populacho, lo que a servidor pasa por la mente cuando pasea el palmito como antes dije. Y Será entonces, si guarda algo de decencia en sus cerones, que bajará la mirada, pasará el mal trago, y seguirá su camino. Y ya con eso, viniendo de quien viene, me daría yo, iluso, con un canto en los dientes…

Terapias a 10 euros...

Esta semana quiero empezar con un anuncio. Como sabe el que más y el que menos, después de batallar mucho con editoriales y diseños de página, tengo en mi poder mi primer libro como autor. Un sueño hecho realidad, con mucho esfuerzo detrás y cientos de horas robadas al sueño para no dejar morir la terapia. De ahí que venga a reclamaros. Quisiera que conocierais la situación actual de mis letras y mi bolsillo. Para resumiros, a día de hoy, al no poder acudir a medios publicitarios para promocionar el libro, por motivos obvios, me está costando el dinero sacar adelante las copias que he solicitado a la editorial. Es por eso que demando vuestra ayuda, si os sentís atraídos por mis líneas o si os mueve la solidaridad por un autor que empieza, a hablarles de mi obra a amigos, cuñados, hermanos, novios, o lo que ustedes quieran. De esa manera tendré la posibilidad de que mi obra no me haga aún más pobre de lo que soy, que no es poco. Además, y como muchos sabéis, esta primera edición no es otra cosa que un medio para un fin, una forma de presentarme ante el mundo y las personas para preparar mi primera novela, proyectada tras mi viaje a lo largo del Guadalquivir, para la primavera que viene. En definitiva, que le estaré eternamente agradecido a quien se haga de este primer libro, que se me puede solicitar en cualquier momento al precio de diez euros, tres euros más barato que cuando salga en ciertas librerías. Hagamos de Escritura Como Terapia un lugar de encuentro, un recuerdo en forma de libro de alguien que alguna vez sonrió con mis letras o se emocionó con alguna historia. Por mi parte, tendrá mi eterna gratitud y, por supuesto, una humilde dedicatoria, pero sobre todo, les aseguro que sentirán como propia la fuerza de una pluma que está empezando y que no les va a defraudar, por mucha dedicación y esfuerzo que tenga que echarle. Esta vez si depende de vosotros...

jueves, 26 de noviembre de 2009

Robarnos la Sonrisa...

Hoy, mientras esperaba en la cola del pan, dos marujonas me deleitaron, con todo lujo de detalle, sobre el yerno de un vecino de un amigo que pasaba por allí que, por lo visto, había entrado en la casa de una familia a robar y se terminó llevando, además del mobiliario pertinente, a la mismísima señora de la casa, me explico… La cosa fue que, al parecer, todo había sido una conspiración entre amantes para que, el ladronzuelo y la dueña de la casa, antes de darse las de Villadiego juntos y revueltos, pillaran cacho dentro de lo posible para ir tirando, visto que, tras firmar los papeles del divorcio, no les quedarían mucho donde rascar. Imaginen la cara del cónyuge despistado cuando la policía le descubrió el pastel que tenía ante sus narices. A eso llamo yo entrar a robar, desde luego…
Mientras volvía, me quedé pensando en la historia de las marujas, dándole vueltas. Caí en la cuenta de que eso de robar nunca se me daría del todo bien, y recordé la única vez que metí la mano en huestes ajenas; para mondarse, cuanto menos. Tendría yo 6 años, no más, y los domingos tenía costumbre de pedir la paga, cien de las antiguas pesetas, y emprender camino, todo recto, desde mi casa, la del pueblo, y el kiosco de Paco, en la Plaza. Allí siempre coincidíamos una jauría hiperactiva de pequeñas personitas dando la tabarra al tal Paco, un hombre entradito en años que aguantaba con hermosa paciencia el –dame un chicle, bueno no, bueno sí… de menta dos, de fresa uno,¿ tengo bastante?. En esas, Paco resoplaba y se daba la vuelta para alcanzar la dichosa golosina, dejándose el espinazo por cada petición de los presentes. Recuerdo que sobre de la barra había una cajita repletita de piruletas, de esas rojas, pidiendo a voces que le echáramos mano y saliéramos corriendo, como muchos hacían, sin que Paco se percatase, pero yo, por más que la ansiara, no reunía el arrojo suficiente para hacerlo, aunque no sería así siempre…
El día que les vengo a relatar fui pensando maneras de hacerme con el botín durante todo el camino de ida, fuera como fuera, pero, a medida que me acercaba al lugar del crimen, los sudores y los nervios eran cada vez más patentes. Aún así, ya detrás de la barra de Paco, aprovechando que giró la cabeza para otro menester, me armé de valor y, con un gesto torpe, me eché al bolsillo una de esas hermosas piruletas rojas, mientras mis ojos se abrían como platos, imagino, y mi cara gritara a los cuatro vientos la inocente desfachatez para con ese buen hombre y su negocio…
Jamás me olvidaré del trayecto de vuelta a casa, mirando la piruleta entre mis manos, con la conciencia sucia y la lágrima saltada. Fue cuando, a mitad de calle, decidí salír corriendo para el kiosco de nuevo; con vergüenza torera me asomé, comprobé que andaba en otras cosas y puse la vil chuchería donde la había sustraído minutos antes. Me mezclé entre los demás niños y salí pitando para casa, como Dios manda, que diría aquel. Ahí empieza y acaba mi pulcro historial delictivo, por lo que pueden imaginar lo lejos que me queda la historia de las marujonas, proeza imposible para el que les habla, ni siquiera en sueños. Pero el que no se consuela es porque no quiere, y me conformo con creer que la dignidad la mantuve a salvo aquel día. Eso pienso, todavía hoy, cuando por el pueblo me cruzo con Paco, que hace años cerró el puesto, sin saber el hombre que por allí pasó un niño que aprendió, en su kiosco, a no echar mano de lo ajeno, aunque sólo fuera por no sentir ese maligno cosquilleo que se atraviesa en el estómago. Y es así como va uno conociendo sus limitaciones, a golpe de estilete con nosotros mismos, pero les juro que al final termina compensando, aunque vayas para casa con los bolsillos vacíos, si llegas, claro está, con una sonrisa en la boca y la conciencia bien tranquila…

martes, 24 de noviembre de 2009

Como para quejarse...

Si Dios existe está bien claro que no se ocupa de nosotros. Eso debió pensar Rom Houben, una persona que, tras 23 años en coma por un accidente de tráfico, declaró haber estado consciente todo ese tiempo. Imaginen por un momento el horror de percibir a tu alrededor toda la plebe dándote por fiambre y tú con las orejas puestas, siendo testigo mudo de médicos frivolizando con tu suerte y amigos que poco a poco iban faltando a la hora de visitas. No debe ser fácil aceptar que por más que uno grite o lo intente, nadie vira la cabeza, debe ser jodido…
La noticia cayó en mis manos a media tarde, navegando a la deriva por el universo Internet, ese que me tiene atrapado delante de la pantalla de mi vieja computadora. Quedé perplejo, admirado de tan macabro ejemplo, buscando la manera de entender cómo el cérebro solito, viendo el cotarro, no entonó el “apaga y vámonos” y chapó el invento. Pues no, sucede que lo mantiene ahí, vivito y coleando, vamos, ni una cosa ni otra, entiéndame la gracia, con los tornillos desparramados, pero con la antena puesta, sintonizando la cantinela más triste que un humano pueda sufrir en carnes. Ya no te digo la impotencia del chaval, que más de una vez habrá hecho fuerzas para soltar un manotazo al típico soplagaitas de turno que suelta la gracia, porque les aseguro que a todo se acostumbra uno, incluso a estas cosas, que he visto energúmenos soltando chascarrillos en entierros y gracietas a destiempo. Y con eso y mucho más le tocó convivir al tal Rom, desgraciado entre los desgraciados, por decir algo…
Y lo peor no es eso. Lo chungo viene siendo que la iglesia se anda apuntando el tanto de la resurrección después de 23 años, que manda huevos, pensará el inglés, que para vivir así mejor recoger los bártulos y tirar para el otro barrio, habemus corpus mediante. Vamos, que estoy seguro que lo primerito que hizo el chico tras salir del coma, fue soltar un corte de mangas a todo cristo, allegados y sotanas incluidas, y con razón, oigan ustedes, que para eso ha tenido tiempo de sobra de valorar a justos y cretinos. Porque no me digan a mí que no es una gran putada estar veinte años escuchando tonterías y despertar para encima tener que ir dando las gracias, como si nada hubiera pasado; que venga Dios y lo vea. Ni me imagino en su pellejo, con la de veces que me he levantado de la siesta de mala leche sin motivo. Como para irse quejando amigo, como para irse quejando…

lunes, 23 de noviembre de 2009

Formas de agradecer...

De vez en cuando viene bien vencer la pereza, aunque sea Sábado y la modorra de la sobremesa haga mella en las ganas de hacer nada. No soy yo precisamente ejemplo de batallas ganadas al hastío, pero fue el caso este fin de semana. Me eché unos euros al bolsillo, me calcé la ropa de entrenamiento y me lancé a disfrutar de la ribera del río Guadalquivir una tarde cualquiera de Otoño. Fue toda una experiencia. Y es que si uno no adolece de algo, hasta el punto de convertir la virtud, a veces, en defecto, es de ser observador. Y claro, mis sentidos se embotaron con tanto donde poder echar el ojo. Los niños correteando detrás de la pelota, enamorados jóvenes sobre el césped dando la razón a la poesía de Don Gustavo, turistas anestesiados por la mezcla de colores en el horizonte, ese encanto de cielo que sólo Sevilla sabe parir en Otoño. Fue un trayecto agradable, desde luego que lo fue…
Pero lo mejor me estaba esperando al final del río, al acercarme por detrás a un hombre que tenía allí echada la caña esperando paciente el tintineo del sedal. Inocente le pregunté, -¿Pican?... El hombre giró la cabeza, sonrió tras su barba y torció el gesto, dejando entrever que la cosa no prometía. A punto de marchar, llamó mi atención y me preguntó por Rafael, el frutero. Quedé perplejo. Me resultaba familiar su voz y pronto caí en la cuenta. Se trataba de Don Esteban, profesor en mis primeros años de facultad, ya jubilado, padre de Amaya, compañera de fatigas en mi etapa comercial, a la que le tenía perdida la pista. Le estreché la mano y me senté a su lado, honrado por tener como fiel lector a una persona tan auténtica. Le recuerdo en clase con el puño alzado y el corazón en vilo, como los guerreros que nunca dejaron de serlo, y eso me enamoraba…
No tardó en preguntarme con ojos de adolescente sobre montones de las historias que en este espacio les he relatado tantas veces, por Antonio, el camarero, por mi familia, por mis amigos, por infiernos, tsunamis y hasta por mi perro, lo cual daba buena cuenta de su afición por estas líneas…
Disfruté al verle enamorado de mis cuentos, al hacer como suyas cantinelas que nacieron en noches solitarias, escuchar su carcajada al recordar mis sátiras contra los poderes políticos y los hombres de mentira. Quedé embobado al comprobar que daba la tabarra a Amaya para que le pusiera mi página y deleitarse con la música que tengo escogida. Al poco, torpe en mis gestos, le volví a estrechar la mano y caminé tras mis pasos, pensativo y abrumado. Y es que sólo por escucharle unos minutos hablando de mis fábulas han valido la pena todas esas noches en vela dándole a la tecla. Porque no existe mejor reconocimiento que el que no esperas, Don Esteban, y usted, igual sin quererlo, me lo ha regalado a la orilla de mi río favorito, y si no es con estas letras, permítame, no sabría otra manera de agradecérselo…

jueves, 19 de noviembre de 2009

Don Rafael, el frutero...

Hoy quiero traerles al arrumaco de nuestro fuego una historia digna de ser contada. Tengo por buena costumbre últimamente departir con Don Rafael, el frutero de mi barrio, sobre cualquier cosa que venga a cuento. Un día fútbol, otro día es política, algunos sobre pura filosofía, de vida, claro, porque en eso, créanme, es una eminencia. Ocurre hasta que el pequeño dispensario se le llena de marujonas y con un leve guiño me despide, y así viene ocurriendo desde hace tiempo. Don Rafael es un hombre recio, de los de antes, con el mentón pronunciado y las manos gruesas, herencia de otro tiempo donde cultivaba su propia huerta. Peina canas pero conserva el pelo, como él dice, blancas como su corazón, sevillista y libre. Tiene guardada una sonrisa y un consejo para todo aquel que asome, y es que se conoce al dedillo las propiedades curativas de su fruta. Que si usted anda cansado, sus naranjas, la mejores; que si la señora tiene mal las articulaciones, manzanas y peras de agua, no lo dude. Tan bien lo hace que uno sale de allí convencido de lo que se lleva, además de llevarte de regalo una sonrisa, su sonrisa, gesto apreciado por todo el que le estima, pues lleva vendiendo fruta, en el mismo puesto, casi cincuenta años. Siempre con su esposa, hasta que se la llevó el cáncer un frío invierno, pero Rafael no perdió jamás las buenas maneras y las ganas de vida, y eso le hace grande entre los grandes, y testigos somos todos los que allí acudimos cada mañana…
La casualidad quiso que, desayunando en una pequeña taberna que hay al lado de su puesto, el camarero y dueño, compañero de mili de Rafael y algo más que un amigo para nuestro protagonista, me hiciera una confesión entre café y café. Al parecer, desde hacía dos años, desde que su mujer faltaba, Rafael iba a tomarse el vinito a su bar, los Viernes tarde, como premio a una semana dura. Y cada Viernes, Rafael, solemne, le pedía al dueño permiso para hacer desde allí una llamada. -Era corta, él no hablaba, me extrañó desde el principio...- me dijo el dueño. Y fue cuando un día decidió, al irse Rafael, pulsar sobre el botón de rellamada, extrañado por tanto misterio…
Tenían que ver sus ojos brillantes. Me comentó que aún le temblaban las piernas al recordar al otro lado del auricular la voz de su esposa, la de Rafael, que hablaba, con voz joven, de dejar el mensaje después de la señal. Entonces entendió que Don Rafael llamaba a su propia casa para escucharla, cada semana después de la copita, aunque fuera sólo una grabación de contestador, pero probablemente la única manera de sentirla cerca, al menos un momento, suficiente para seguir adelante. Es quizás por eso que nuestro héroe no ha perdido la sonrisa, es por eso, y por mucho más, que Rafael, el frutero de mi barrio, tiene mi eterno respeto…

martes, 17 de noviembre de 2009

Harto de rollos...

Si usted anda por ahí con el culo cagado porque no le da para rollos, ni de unos y de otros, escuche la buena nueva de nuestros líderes que aquí les traigo como bronce en paño. La recesión, alabado sea el altísimo, ha acabado… Los pájaros cantan y las nubes se levantan, que si, que no, que Zapatero anuncia medidas extraordinarias para el empleo, que si, que no, que Rajoy cierra convenciones estrechando cientos de manos convencidas. Olvídese usted ya de andar preocupado por hipotecas impagables y abusivos intereses sin beneficio a cambio. El gobierno de nuestra nación promete el oro y el moro, alquileres gratuitos, premios para el nene que encargue, ayudas para aquellos que cuidan de los mayores, becas por doquier y fiestas a porrillo. El pleno empleo ya no es una quimera y el ladrillo vuelve a reclamar manos que lo trabajen. La contaminación es cosa del pasado y los niños aprenden en las escuelas lo que nunca imaginamos, capitales de países, gentilicios y democracia, raíz cuadrada de mil euros y buenas maneras para el recreo y las clases de clarinete. Se terminaron las listas negras y negras que hacen la calle, desaparecen los caciques de barra en los pueblos, allí donde antaño recogían fruta a base de ciáticas unos muchos para lustre de bolsillo de otros pocos. Se finiquitaron las pistolas en manos de hijos de puta que van dando matarile vidas honradas, lisiando familias enteras y aquí paz y después gloria. Ya los barcos pescan donde les place y los truchos se tiran a los cebos, a pares, a pesar de los pesares, porque viene siendo honorable acabar en el plato de un españolito currelas harto de vino, pagador de impuestos y con la cartilla al día, fiel al Estado de Derecho, arrastrando el lomo día sí día también para cumplir con sus deberes como ciudadano.
Que bien se lo tienen montado los cabrones… ahora nos dicen que la crisis ha acabado y que llega una época de esperanza, a buenas horas, cuando el que más y el que menos anda hasta arriba de pagaderos, con ayudas denegadas por falsa burocracia, respirando dióxido a espuertas y sin un miserable bocado que llevarse al gaznate. Y pretenden, encima, que cada dos o cuatro años levante el culo de la cama un domingo para firmarles la papeleta y así seguir agarrados al bollo. Van listos conmigo, pregunten en la siguiente ventanilla, que igual tienen más suerte y les hacen un garabato, pero mientras tanto, escuchen las carcajadas en forma de ruidos que salen de la parte baja de mi espalda y olviden contar con servidor para nada, pues el rollo de papel se me acabó ya hace tiempo, pero la dignidad aún la conservo, intacta, por mucho que les joda…

lunes, 16 de noviembre de 2009

Tuneros y tunantes...

Los que me conocen saben que no soy demasiado de canturreos y bailes trasnochados, pero sé reconocer el buen gusto. No alzo la voz si no es necesario y me disgusta la falta de respeto, a pesar de aquellos que se empeñan en justificar cada panoplia, si no le toca de cerca, claro. Es el caso, fue el Sábado, a eso de las 4 de la mañana, con las brujas dormidas y el gato en su cesta, a esas horas donde Morfeo es el Rey y el silencio su esclavo preferido. Allí me encontraba, tirado en el sofá sin ganas de nada, luchando contra ese insomnio que me persigue con crudeza. Pero justo cuando tenía la pose y sucumbía a los brazos del divino, con trabajito y esmero, unas voces chillonas que venían de la calle me desvelaron con sus cantinelas horrendas y desatinadas. Quedé boca arriba, con los ojos abiertos en plato, esperando que acabara el festival de los tenores para darme al pairo, pero nada. Acabó una, y otra, y otra, hasta que no pude más y acudí raudo al balcón para soltar bendiciones por la boca cual Julieta ante su amado Romeo, que en este caso no era uno sólo, más quisiera. Romeo venía acompañado por Juan Tenorio, Juan de Marco, la Corte de San Felipe el Hermoso, que ni era santo ni hermoso, y la patulea burguesa del Motín del Prado, por si era poco. Allí estaban todos, recitando Cielito Lindo con menos gracia que las niñas de Zapatero, dándolo todo. Y acababan, y volvían. Y No te Vayas Todavía… No te vayas por favó… y todo el repertorio de bodas, bautizos y comuniones aderezados con las palmas de los allí presentes. Eran tunantes, tuneros, o como Dios quiera que se les llame, con media guitarra y la voz perdida, embutidos en mallas indignas y con la capa roída de dar tanto tumbo por las aceras al pasear la mona cogorciana. Ni rastro de aquellos maestros del ligoteo de doncellas, duchos amadores en noches furtivas donde el premio era la conquista y el aplauso. Nobles de espada y escudo grabado a fuego en el pecho. Ya de esos no quedan. Ahora los tenemos bebiditos en mollate y con la bragueta bajada, de ojeras y melena descuidada. Mal vamos amigo… Y para colmo de males, vienen a darme la vara de cuando en cuando, debajo de mi casa, como si el destino supiera que tengo la pluma desgastada de atizarles, a ellos y todos los que deshonran lo que antaño fue santo y seña de hermandades y reuniones. Pero aquí seguiré dando estopa, me dejen o no echar la siesta, pues las tragaderas las tengo anchas pero el estilete bien afilado, que es lo único que me va quedando, después de todo, para dar de refilón a Romeos de cuarta, borregos sin pastores y la santa madre que los parió a todos…

viernes, 13 de noviembre de 2009

De aquellas, de los cuentos...

Les juro por lo más sagrado que la he visto esta misma tarde. Mientras charlaba de quehaceres con compañeras de pupitre y cafés en horas muertas. En mitad de los pasillos de la facultad, a media tarde y con prisa en la mirada. Dándose los últimos retoques al brillo de sus ojos y a su melena recortada, sin escoba ni el encanto de las brujas de los cuentos que leía de pequeño hasta sucumbir en brazos de Morfeo. Allí justo, con el gesto torcido y la voz inquieta por la fatiga de no llegar a tiempo a donde fuera. Y me vino a la mente en un segundo todas las historias de pócimas y hechizos, de esas brujas, las de antes, las que habitaban en bosques encantados elucubrando a carcajada, aquellas que conspiraban en la oscuridad y vestían harapos deshilachados de tanto roce con los ramajes de sendas olvidadas. Y las eché de menos en ese momento, esas reuniones a medianoche a pie de llamas de un fuego extraño, los cantos que susurraban maldiciones y conjuros bajo Lunas llenas de espanto. Leyendas de aquelarres y magia negra ordenadas por diablos y espíritus vagabundos. Las antorchas del pópulo persiguiendo el misticismo, mezclados en miedo y escalofríos por visiones de otro tiempo…
Todas esas novelas, esta tarde, eché en falta, quedando huérfano de fábulas que hacían palidecer, cerrando los ojos buscando el sueño, con las manos en el pecho y la manta hasta la cabeza, inocentes víctimas de letras e ilusiones…
Todo se fue esta tarde al ver aquella bruja, desmembrada de sortilegios, a punto de entrar en clase para representar, quizás, una obra entre alumnos, inconsciente de que allí mismo, sin quererlo, se cargaba de un plumazo tantas noches en vela rezando por no vérmelas con una meiga despistada, de esas finas y maldichas, sin disfraces ni lamentos, de esas que no quedan, de aquellas, de los cuentos …

jueves, 12 de noviembre de 2009

Suscripciones benditas...

Estoy suscrito al National Geographic. No, no se engañen, mi maltrecha economía no me da para una de esas suscripciones caras a la revista del marco amarillo, ni siquiera para darme el gustazo de ir cada mes a recoger un ejemplar al kiosco. Estoy suscrito via mail, que es gratis y te entretiene unos minutos todos los días.
De cuando en cuando mandan un buen artículo, como hoy ha sucedido. Venía acompañado de la foto que andan viendo, “Foto del mes” según reza el epígrafe. Está hecha en Camerún, en el zoo donde Dorothy, la monilla que yace muerta en la carretilla, junto a los demás simios que la observan, servían y sirven para el entretenimiento de todo aquel que apoquine la entrada al circo que allí tienen montado de forma lucrativa. El artículo viene en inglés, pero con mucha paciencia y esmero pude traducirlo, y merece la pena. Al parecer Dorothy era un animal muy querido entre los demás monos, había hecho como suyo un monillo que había quedado huérfano e incluso peleó con los machos por la supremacía de la manada, algo difícil de encontrarse en la naturaleza. Murió de vieja, de un ataque al corazón, y cuenta el artículo que, ese día, la desazón entre los demás monos era tal, que tuvieron que hacer el entierro visible para todos ellos porque estaban más alterados que nunca. Aunque fuera a través de la verja los quisieron hacer testigos para que el alboroto no cundiera…
Algunos chimpancés gritaban agresivos y otros bajaban la mirada viendo el cuerpo sin vida de Dorothy en la carretilla, hasta que entendieron que ya no volvería, cuando la trasladaron del carrito y la introdujeron en una cajita humilde de madera donde quedaría el animal para siempre. Lo más impresionante es que, en ese instante, todos los chimpancés quedaron en silencio, bajando la mirada hacia Dorothy, quizás comprendiendo lo que allí ocurría, quizás despidiéndose de alguien que en algún momento significó mucho para ellos…
Llevo dando vueltas todo el día a la historia y a la foto, imaginarán pues que hoy no podía hablar de otra cosa, porque hay veces que, aunque uno no lo pretenda, la vergüenza y la rabia se unen para buscar soluciones a todas las calamidades que permitimos en este mundo para con nuestros hermanos, los animales. Así que aquí me tienen, con media lágrima y ninguna gana de hacer nada más que poner letra a este milagro, y todo por una bendita suscripción gratuita, quien lo diría…

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Quédate en casa...

Pero si a usted le da por pensar que su vida es jodida quíteselo de la cabeza. Aún podría ser peor, y es que a un señor brasileño de 59 años, hace una semana, lo dieron por fallecido en un accidente de tráfico e incluso los familiares, aún con dudas, reconocieron el cadáver y cargaron con el muerto, nunca mejor dicho, para darle santa sepultura y pasar a otra cosa. Hasta ahí normal, pero imaginen las caras de los presentes en el sepelio cuando al hombre, que le habían comentado el suceso, le da por aparecer medio borracho en su propio entierro para aclarar el malentendido. Por lo visto había estado toda la noche dale que dale a la cachaza y cuando se quiso dar cuenta le habían hecho el parte de defunción, con cajita de pino y flores incluidas en el lote. La cosa es que le dieron matarile antes de tiempo y habían metido en el agujero algún pobre diablo semidesfigurado. Haga caso Almodóvar si le hace falta un guión para ganar unos duros, porque ahí no termina el cotarro. Aclarado el asunto y aliviado el susto, al personaje le da por irse a casa a dormir la mona y se encuentra con que el piso alquilado en el que malvivía estaba ya vacío. Vamos, que el dueño, harto seguramente de la vida cogorciana del fenómeno y de algunos meses sin pagar, no se lo pensó dos veces y ¡albricias! Que ha palmao!! Pensaría. sólo se le ocurrió tirar rápido para el agujero, el otro, y quemarle al desgraciado la ropa y hasta el colchón donde dormitaba. Ojito con la estampa del muchacho dado por muerto, con resacón del quince y sin una muda para ponerse y alejar olores nocturnos. Vamos, niquelao…
Juergas que cuestan caras, aparte del descojone mundial que ha supuesto el caso, tanto que ha llegado hasta mis manos y aún me deshuevo al imaginar la cara de la familia al aparecer en el camposanto medio trastabillado, oliendo a zorruno, sin ropa, sin casa, y con los papeles arregladitos para darle el recado a San Pedro. Así que casi mejor que aproveche los trámites y que casque de verdad, no vaya a ser que le reclamen daños y prejuicios el cura y los enterradores, tenga que pagar los macabros avios y hasta los gusanos le pidan ahora subvenciones por el agravio de dejarlos desmayaos. Vamos, pa estarse quietecito en casa un Viernes noche…

martes, 10 de noviembre de 2009

Pesadillas...

A veces las pesadillas vuelven a nosotros en forma de pensamientos que mutilan un tanto si cabe lo que nos quede de dignidad, golpeándonos donde más nos duele. Y hay poco que hacer más que aprender y girar de rumbo, no vaya a ser que naveguemos eternamente entre tormentas y tempestades, lo cual lleva irremisiblemente a la zozobra de nuestro único navío...
Fue ya hace unas semanas y no he logrado desligarme de la imagen. A la puerta de un pequeño supermercado, un Sábado soleado aunque frío, de esos de Otoño, allí permanecía la protagonista de la historia. Una mujer de aspecto joven, limpia, con pantalón vaquero ajustado, zapatillas de deporte y chaleco atado a la cintura, como las niñas buenas que vienen de echar el rato con sus amigas sin maldades. Morena, de cuidada piel, con el pelo recogido en una cola pulcra y sencilla. Allí estaba, mirando a los ojos de los que entraban y salían, de pie, sin decir nada, mientras tendía su mano derecha con la misma naturalidad con la que cualquiera de nosotros la alzamos de pequeños para pedir calderilla a nuestros papaítos. Me sorprendieron sus ojos, encendidos en vergüenza, quizás por tener que insistir en aquella puerta, pidiendo para lo que fuera, que no es poco. Parecía tan normal que asustaba….

Y uno cae en la justificación rápida de creer que quien arrima la mano es siempre para malgastarlo en necedades, y así transcurrí por los pasillos del supermercado, junto a mi padre, intentando aliviar de alguna forma ese contraste inesperado, lo que parecía una niña “bien” pidiendo en silencio…

Pero aún no había terminado de llenar el carro mientras mi progenitor pagaba cuando pude percatarme que la chica hacía cola dos posiciones detrás de nosotros, sosteniendo entre sus brazos una caja de galletas, la más barata, y un bote de leche en polvo para bebés. No reaccioné, quedé perplejo…

Y me culpo, vaya si me culpo, pues me fui de allí sin más, con el carrito lleno de porquerías y el corazón sucio y triste. Quedé ensimismado, como uno de esos sueños en los que te ves incapaz de alcanzar a hacer lo correcto y despiertas aturdido, solo que, ésta vez, era real...

No vendrá a suceder en mí tanta indiferencia, lo juro ante vosotros. Y volveré, vaya si volveré, el primer día que pueda, para pagarle galletas de primera, leche de la cara y hasta algún que otro capricho, por mis carnes, aunque sean los últimos euros que asomen de mi bolsillo. Y hasta entonces, quizás demasiado tarde, no desaparecerá la pesadilla, con suerte…

lunes, 9 de noviembre de 2009

Señores, comienza...

Uno tiene la ligera sensación que las letras le esperan a la vuelta de la esquina como vigilantes cuando los momentos de extrañeza y desespero asoman al umbral de mi existencia. Y parece como si anocheciera antes también en nuestros corazones, por mucho que nos empeñemos en sonreir, pero es que a veces se hace my complicado, no sé si me entienden...
Yo les resuelvo el embrollo, que a pesar de ser sencillo puede trastocarles la paciencia si usted anda algo despistado, o “disgregado”, como dice alguien cercano. Vuelvo a este espacio personal señores, tras un mes navegando sin remolque, como quien deja los remos para comprobar si la inercia que se tiene da para arribar en puertos más o menos decentes. Pero no, y bien que me fastidia andar equivocado, pero es que me acostumbré a caminar con muletas y no soy capaz ya de hacerlo sólo, por mucha voluntad en creerlo que ponga encima de la mesa. En éste tiempo no ha ocurrido gran cosa, echen un vistazo, tan sólo que aquí la mayoría seguimos, de nuevo topándonos de lleno con las noches frías de invierno que dejan escarcha y tristeza, como siempre…
Y usted que lo diga, me diría Rafael, el frutero, experto en poner adjetivos a los días y afinar el ojo cuando le pido cuarto kilo de lo que ronden mis intenciones. Un nuevo personaje, de tantos, que ha venido a cruzarse en mis pasos con la vergüenza y el arrojo de los genios, aquellos que permanecen anónimos y con el honor intacto, elegido por ellos mismos, lo cual les hace más grandes. Y no se me ha olvidado, desde el otro día, sus sabias palabras dedicadas al aire de un cuchitril hecho dispensario de alimentos, --¡Hay que asé lo que a uno le apetezca y le guste…!--, con ese acento cordobés que enamora…
Me hicieron falta unas horas para coger la pluma y ponerme a hacer lo que realmente me hace sentir vivo, escribir… y así será, si les parece, durante un tiempo, porque no está de más darle a los remos si así cometemos la imprudencia de llegar a algún sitio…
Señores, comienza…

viernes, 9 de octubre de 2009

De la mano, llevarte...

En mil acuarelas te ví, paciente, guerrera, pero siempre piadosa a los ojos del artista. Te he recorrido palmo a palmo, respirando vida, que es lo que ofreces, en silencio, humilde. Has visto crecer generaciones, siendo testigo de sonrisas impagables y momentos inolvidables, desde el abrazo sincero de una madre hasta la mirada más tierna del que te observa abrumado. Y tú, fina, mostrabas siempre tu mejor retrato, sin ser nunca el mismo, como los sabores que elevan el espíritu, no creíbles para quien no los experimenta…
Sobre tu cuerpo han paseado héroes, grandes poetas que te susurraban mientras tu escuchabas la prosa que relata el viento, haciendo tuyos los misterios y leyendas de muchos que no se atreven a perderte en la memoria. Has cobijado al hambriento, al desalmado, has suspirado por amores de otro tiempo y tormentas que se lo llevaron, solitaria…
Siento cerca tus caricias, aún siendo lejos, porque curas cuando tocas y besas sin saberlo, a pesar de tus garras y tu furia, ardiente descaro para muchos, bello desdén entre mis dedos, pero dejarme decirte, que sólo aspiro a alcanzarte, fiel a mis deseos, porque apareces si te busco, más allá de inviernos y disculpas. Amada permíteme contarte, que hoy te quise recordar, pues permaneceremos alejados tiempo, mas queda el consuelo, el consuelo de dejarte en tu playa, distante, serena, y aún así, entre mis letras, de la mano, llevarte…

lunes, 5 de octubre de 2009

No se fien de las ratas...

Nada es lo que parece. Aunque usted tenga la sensación de vivir en un mundo medianamente libre, con la mirada puesta en unos objetivos alcanzables y supuestamente razonables, a su alrededor habitan submundos que asustan al más pintado. Con mirar a otro lado y seguir el camino tiene bastante, pero si un día le madruga la ventolera y se propone saltar al vacío, acérquese a uno de esos lugares donde la realidad torna en infierno y todas las cosas que parecían amables se convierten en la peor de las pesadillas. Así está el patio. Pero no preocupe, a todos nos llega el momento de librar la batalla contra nuestra propia paciencia y rozar los límites de la abnegación humana. No queda otra que bañarnos en algún momento en la inmundicia, por más que tratemos de evitarlo. No les voy a engañar, no hay escapatoria, a no ser que tome las de villadiego y se tire al monte a vivir en un chamizo, opción a tener en cuenta viendo el percalito que está montado...
Posiblemente, a estas alturas del texto, ya haya usted caído en la cuenta, pero intuyo que su mente vuelve a estafarle al respecto. No importa, déjese llevar. Salga a la calle y dé rienda suelta a los sentidos, prejuicios, impresiones negativas, despechos, sinsabores, pues nada puede ser peor, ahora que ya conoce la realidad en esencia de este nuestro mundo. No les seguiré mareando, que ya tienen bastante martirio fuera de estas letras. Si han imaginado delincuencia en mis palabras, vicios, guerras... olvídenlo, no me refería a nada tan importante, lo cual hace más peligroso el cotarro si cabe. Les hablaba de la burocracia de nuestro sistema, la misma que nos inunda de muchos deberes y pocos derechos para terminar firmando abajo, sin que nadie nos explique la razón de tanto papel y protocolo...
Perdonen la brasa, es simplemente que mañana a primera hora seré yo mismo el que aguarde la dichosa cola para que me firmen, me sellen o me rectifiquen el típico trámite de turno, ese que no sirve para mucho más que darnos la oportunidad de volver al día siguiente , aparte de robarnos lo poco de dignidad que nos aporta un sistema tan podrido que apesta, por muy bonito que lo pinten las ratas de ésta, nuestra cloaca...

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un Viernes de Otoño...

Me apetece contarles lo que ocurrió en mi vida el Viernes, aunque no acuda a adornarlo de recursos que lo haga más vistoso.
Fue una tarde calurosa, quizás la última antes de que vuelvan las brisas de Otoño, como así parece. Quedamos unos cuantos amigos y nos presentamos en la salida de la Carrera Popular Nocturna de Sevilla, con un ambientazo inmejorable y una sensación muy agradable de deporte en los ojos de los participantes.
Estaba tranquilo, confiaba mis posibilidades, y por delante una única meta, llegar a mi destino, 11 kilómetros delante. La carrera transcurrió por las calles de la ciudad, con mucha gente animando en las aceras y risas entre los que corríamos, con el nerviosismo propio de quien forma parte de algo especial.
No les engañaré, hubo momentos malos, sobre todo al final, viendo ya casi el estadio al fondo por encima de la marabunta de cabezas. Luchaba con todas mis artes contra la fulminante idea del abandono, hasta que decidí superar miedos y excusas y poner la vista en el simple horizonte. Así continué mi último tramo, con la mirada perdida y alma en un puño, pero con la certeza de una victoria cercana.
Al fin entré en el estadio, en esa pista mágica, la misma que hace así como un mes, cuando empecé mi entrenamiento, soñaba con pisar tras un duro esfuerzo inimaginable entonces. No pude reprimirme, sonreí, aplaudí, disfruté como nunca, alcé los brazos y observé emocionado la grada, buscando rostros orgullosos y contentos.
Esa es mi simple crónica de una noche de Otoño, todo un Viernes de Septiembre, olvidado para muchos, pero que será punto y aparte en mi particular cuaderno de bitácora, y que permanecerá en mi recuerdo como un ejemplo de lo que hasta ahora ha sido mi vida, una carrera dura entre zancadillas, sofoco, desesperación, ideas fugaces de abandono y lucha, mucha lucha, aunque sólo fuera por saborear, al menos un día, la sonrisa que dibujé mientras entraba en meta, y es que, ya sólo por eso, hubiera merecido la pena…

martes, 22 de septiembre de 2009

Mi nuevo mundo...

Una semana más pero diferente. Los horizontes son otros y las posibilidades de ser un poco más feliz crecen. Desde hace un tiempo a esta parte me he movido entre arenas movedizas que absorbían cualquier atisbo de ilusión, pero el destino aprieta hasta cierto punto, y la experiencia me ha enseñado a valorar sensaciones que hasta bien poco daba de lado. En esas me encuentro, a punto de terminar con unas obligaciones que han desparramado en mí sangre, sudor y una lágrima, pero sobre todo horas de insomnio y desesperación en la madrugada, por no hablar de tragarme cientos de despertares y estrecheces.
Pues eso parece haber acabado, al menos un tiempo, el justo para poder ensanchar mis pulmones y mi mente para llenarlas de nuevos retos, de nuevas formas de vida, mejores o peores, nunca sabré, pero sí diferentes a las de ahora. Cierro así una etapa que me ha hecho crecer para bien o para mal, con momentos duros y algunos llenos de sentido, necesarios para todo aquel que atisbe encontrarle la gracia a ciertas visicitudes de nuestra existencia.
A todo eso digo adiós, igual que dije despedí la juventud y la adolescencia, igual que volví la mirada a miles de personas que en algún momento fueron importantes y pasaron de largo, en buena ley de vida. Así tiene que ser y así seguirá siendo, pero de una cosa estoy seguro, no dejaré de acudir a estas letras, de cuando en cuando, porque hay favores que no se agradecen de mejor forma que aprovechando la oportunidad en sí misma. Bienvenidos amigos a mi nuevo mundo…

martes, 15 de septiembre de 2009

Sonriendo...

Pero a veces también encuentras razones para la sonrisa. Estaba sentado a mi lado en la cafetería, de corbata bien planchada y raya de camisa dispuesta, blanca, como el primer día. Miraba a todos lados intentando identificar quizás un gesto cómplice y humano entre tanto trabajador angustiado. Parecía esperar mientras absorbía con dulzura el zumo que le habían servido. Me pude fijar en sus zapatos, gastados de desventuras pero relucientes a la vez que humildes. Su corte de pelo, un desafío a la gravedad, símil, pensé, de su paso por este páramo de existencia. Su perfecta pose le hacia digno, sin más razones que la intuición de uno mismo, pero no dudé que acertaba en mi descripción dedicada en ese instante.

Al poco llegó la madre, tierna, de las de antes, de fina estampa y mirada reveladora, buscando entre todos a su hijo, nervioso entre tanto. No hicieron falta palabras, sólo un beso y una caricia, a lo que el chaval correspondió cariñoso. Me pude percatar al momento. Él era sordomudo, y fue Antonio quien me corroboró la historia, la historia del chico sordomudo y deficiente, querido por todos en el barrio, que supo luchar contra el destino y lograr su primer trabajo en estos últimos días de Verano. Allí había venido la madre a recogerlo, y yo como único testigo privilegiado de tal milagro, con el café a medio tomar y el corazón encogido. Salieron por la puerta como si nada, abrazados, mirando al frente como los grandes, y allí me dejaron, sonriendo…

lunes, 14 de septiembre de 2009

Ánimo compañeros...

Hoy siendo Lunes es menester que pase la mano sobre el hombro de una tripulación que no descansa aún habiéndose batido en corso con bucaneros de indigno estilo y sucia estampa, conscientes de las tempestades que aún están por llegar, sin visos de islas paradisíacas ni tesoros abundantes. Hoy quiero animarles porque hay signos para la conquista de lo verdadero y así lo creo firmemente. No debe ser casualidad, si entre tanto navío corsario, de un tiempo a esta parte arriban a nuestro casco signos para imaginar la tierra prometida…

A todo aquel que ande perdido a merced de los peligros del vasto océano, a todo hombre o mujer que haya sucumbido a la marea y haya postrado los remos, navegando a la deriva. A vosotros os digo, que tenéis en nuestro velero un cabo donde amarrar vuestras esperanzas, al buen rumbo de los que unimos nuestras fuerzas contra el poder impuesto, defendiendo libertad, tan cercenada por la espada de débiles de corazón y vergüenza. Pues si existe un lugar donde los sueños dejan de ser imposibles y los milagros siguen sucediendo, esa es la mar, tumba de héroes anónimos que perviven en la memoria de cada uno de nosotros, cuna de almas divinas y poderosas.

Honorable tripulación, con fe os digo, que no os mate el tedio, que no os coma la pereza, luchad contra vuestras carencias, y disfrutad de vuestro viaje, cada brizna, cada segundo, y es que no sabemos si existe otra vida, mas con ésta es suficiente si sabemos gobernarla, y ya el viento, palabra de almirante, vendrá a rescatarnos, a pesar de piratas y tormentas…

jueves, 10 de septiembre de 2009

Que se quiten los de Disney...

Está causando revuelo en yankilandia la foto tomada por un turista en un parque natural de esos que abundan por aquellos lares. En ella se puede ver claramente a Timón y Pumba dando un paseo por la espesura. Nunca sabremos si es casualidad o montaje, pero la mera instantánea me hace reflexionar sobre el hecho improbable de que algunos personajes de ficción, mediante algún invento morfoquímico de inverosímil valor experimental, tomaran forma real y los tuviéramos correteando por las aceras y los tejados como alimañas coloreadas. Ya imagino a Zapatero subvencionando madrigueras de protección oficial y a Rajoy criticando los abusivos impuestos para poner alpiste a los bichos. No cambiaría mucho la historia. Si acaso, todo sería más divertido. Porque no me negarán que tener al Pato Donald delante en la cola de la fruta, con esa chaquetilla azul y sin pantalones, o a Espinete sentado justo detrás en el cine, no sería gracioso. Perros que hablan, peces olvidadizos pero simpáticos, los 101 dálmatas y la madre que los parió dando bandazos, el Oso Yogui robando emparedados, no sé, el ratón Pérez haciendo de las suyas, los trolls con sus babas en la parada del autobús… En definitiva, creo que sería más amena la existencia, y ya los días no serían tan calcados unos de otros.

Aunque uno termina imaginando que no hace falta mucho experimento para tal caso, y es que si uno afina la vista cae en la cuenta de que nuestro mundo está llenito de personajes que no desentonarían en una buena de Disney. Los tenemos a pares, ratas, ratones, Espinetes de tercera, oseznos perezosos, perros de todos los colores y gente pez para tres mares. A unos te los encuentras ejerciendo de jefe, a otros en los escaños del Congreso, en la sala de espera de tu médico de cabecera, en medio de una caravana insoportable...

Motivos de sobra para echar unas risas dando un paseo, animado por la estampa surrealista. Quizás maneras de torear tanto animalito descarriado sin llegar a evitarlo. Pero si eso no les consuela, tienen permiso para pasarle el pato a otro, desde luego, con o sin chaquetilla…

martes, 8 de septiembre de 2009

Por el bien de las habichuelas....

El esperpento tiene nombre y apellidos. Si a uno le da por llegar del trabajo y enchufar un canal de televisión en la sobremesa corre el acuciante peligro de atragantarse con las habichuelas y poner la mesa perdida. Mucho me temo que es una realidad el hecho de que en nuestro amado país triunfan chuflas de campeonato. Sí, les hablo de los programas del cotilleo. La mayoría de los que allí sientan las posaderas no sabe hablar siquiera, otros se jactan de haber estudiado la carrera del galgo, y todos en general alzan la voz por encima de lo que debería estar permitido para cargarse de razón y buscar el aplauso fácil de un público ensimismado con el sainete que allí se representa…


Pero lo peor no es eso. Lo chungo de verdad es que tienen tan poca moral ni vergüenza que se atreven a debatir sobre temas de actualidad como el paro o los impuestos con una naturalidad que asusta. Y todo, por supuesto, regado de una ignorancia y frivolidad propia de seres inhumanos, mejor diría infrahumanos. Sin contar, si cabe, que mienten más que hablan, actitud muy de moda entre políticos y otros animales carroñeros, véase periodistillas, curas y algún que otro vendedor de enciclopedias…


Y te tienes que tragar sin pan el hecho de que emitan programas pseudo-científicos o documentales bañados en moraleja a las tantas de la mañana en uno de esos canales cuyo botón del mando está como nuevo, olvidados por una audiencia que frunce el ceño y zapea ante cualquier Punset de la vida. Así nos luce el pelo…


Aún así, pecando de borreguil mameluco, reconozco que de vez en cuando viene bien dejarse llevar por algún reality o una serie previsible, mas perdonen que les diga, amigos lectores, pero es que llevo media vida escuchando aquello de que el cerebro es como un músculo, que si no se trabaja se atrofia, así que, por favor, concibamos el esfuerzo de decir No a la basura barata, por más que lo cómodo consista en permanecer delante del bodrio de turno. Hagámonos un favor y dejemos de consumir estafas, aunque sólo sea por mantener frescas nuestras mentes, por el bien de las habichuelas o lo que ustedes quieran…

jueves, 3 de septiembre de 2009

Habla el pueblo....

Se me hiela la sangre leyendo los periódicos. Pero con mucho desconsuelo compruebo que la sinrazón habita también más allá de nuestras fronteras, lo cual no sé si me tranquiliza. La tostada consiste en que el señor Gadafi, sí, ese asesino disfrazado de político que cae bien en Occidente, el mismo que sume Libia en una dictadura que cumple ahora cuarenta años, pues ese, ha pagado todas las indemnizaciones habidas y por haber por el terrorista que hizo saltar por los aires un avión que sobrevolaba Escocia hace ya tiempo, en nombre de Alá o de la grandísima imagen del prepucio de su padre. El caso es que dicho terrorista, aquejado de un cáncer galopante, ha vuelto al país donde vivieron sus muertos, siendo canonizado para siempre por los acólitos de un régimen que huele a sarna y a corruptela por todos los frentes. Y todo ello con el beneplácito de nuestros ministrillos de exteriores europeos, complacidos mientras al tal Gadafi no le dé por sentar en la misma alfombra a comer dátiles al dicho animal con nuestros embajadores emperchados hasta la médula. Y hasta aquí el mamoneo, que no es poco…

Aún no he terminado el café cuando mi compadre Antonio se asoma a la foto del especimen y claudica… -“Qué le pasa al moro ese..?”. A lo que le respondo. –“Na Antonio, que tiene dinero para comprarnos a todos…”. Se me queda mirando muy fijamente y me dedica… “Ah, entonces no es moro… entonces es un árabe hijo puta…”. A eso le llamo yo buen ojo, musulmanes de primera y de segunda resumidos en dos frases por un genio de nuestro tiempo...

No fui yo quien lo dije, habló el pueblo, soberano y sabio, y vaya si es sabio…

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Decíamos ayer....

Un verano más que huye, pero éste dobla la esquina despavorido. Y no es para menos. El panorama no hace demasiados méritos para que uno se sienta reconfortado, pero es lo que toca y lo que nos merecemos, indudablemente. Aún así, no empezaré el curso bañándome en las mediocridades de algunos y las lindezas del Ministrillo de turno, que ya habrá tiempo de sobra, créanme, para que la leche se me agrie y la tostada se haga incomible. Hoy quiero hablarles de proyectos, de los míos, vaya, que, salvo raras excepciones, son los que más me importan. A sabiendas, seguro, que ante tan magnánima proposición, más de uno torcerá el gesto, echándose a la boca el egoísmo de uno mismo y elitismo que destila el “tío del blog”. Pero es que me la trae al pairo. Con cerrar la página y pasar a otra cosa tiene usted bastante…


Que me desvío... De proyectos, hablábamos de proyectos. Y es que este año me he propuesto ganarle la partida, con mucho, a todas las barreras, reales o no, que cercenan aspiraciones particulares, tal vez sin grandes pretensiones, a veces sí, pero que siento necesarias antes de estirar la pata. Porque, hagan caso, aquí nadie se queda, por mucho Bifidus y comida en sobre. Espero no vengan a darse cuenta ahora…


Las circunstancias y las letras, y digo bien, las letras, me han otorgado la reflexión que tantos años he echado en falta, y han hecho crecer en mí ilusiones que hasta hace bien poco no existían. Y pretendo cumplir conmigo mismo, que es mucho, proponiéndome alternativas de vida, complementarias con la existencia que acarreo, pero diferentes. Es por eso que durante todo el verano ha rondado en mi cabeza, después de leer relatos sobre travesías a pie, aventuras en la montaña, y, más en concreto, el libro “Guadalquivir”, de Paul Gwynne, la idea de realizar humildemente el trayecto de dicho río, desde su nacimiento hasta su desembocadura, recorriendo todos los pueblos que habitan en su ribera. Una manera más, si quieren, de retornar al reposo y la reflexión que da la naturaleza, mientras que, al mismo tiempo, lleno mi hato de experiencias que me hagan embarcar en mi primera novela, Dios mediante…


Por eso, por tanto que os debo, quería, al menos hoy, compartir con vosotros uno de los retos que mi mente se ha marcado para este año, quizás buscando, a buen seguro, una manera de hacer público mi desafío, para así convertirlo en un compromiso con todos aquellos que tienen a bien asomarse a estas líneas.

Aparte de eso, vengo fuerte y vigoroso, con la pluma bien afilada y los cinco sentidos más dispuestos que nunca a sonrojar al impune que se pasea mientras ahoga, pero también para rendir homenaje con más corazón aún a los que nunca tuvieron unas letras que dieran buena cuenta de su paso por esta ciénaga de vida. Disfrutemos un año más y haced vuestro este refugio de sensaciones, porque así nunca dejó de serlo. Así lo quiso el destino…

lunes, 31 de agosto de 2009

“…Veo los grandes picos con sus cumbres nubladas, pareciendo levantarse hasta el infinito. Oigo la música de los distantes rebaños y de las solemnes campanas de iglesia. Huelo el fragante aliento de los pinos, y cuando todo eso se desvanece, otro cortejo de pensamientos se presenta, recuerdos de hombres que fueron rectos, valerosos y sinceros. Hay alegrías demasiado grandes para ser descritas con palabras, y hay dolores sobre los que no me atrevo a extenderme…”

Comienza un nuevo curso, de éste, mi año, y también del vuestro…

lunes, 3 de agosto de 2009