lunes, 1 de marzo de 2010

Toca ser libres de nuevo...

Y ahí seguía mi velero amarrado. Con el mástil enmohecido y la cristalera de camarotes empañada. En el mismo pantalán en el que hace semanas atraqué por proa, como mandan los cánones de la marinería en puerto. Atrás dejé tormentas de espanto y bucaneros despiadados navegando en un invierno que ha sido duro y déspota para con los humildes navíos. Aún veo mi miedo reflejado en la mampara que me hace de escotilla, evocando sin quererlo en mi cabeza batallas temibles de afrontar de antemano. Necesitaba de unas cuantas noches en la Isla del Silencio, jurando por nuevas aventuras que están por llegar, prometiendo sacrificio y esmero ante dioses que espero velen por mi rumbo. De poco me hice y de mucho me deshice en este tiempo. Me sacudí el mal orgullo y la impaciencia, limpié mi espada de sangre culpable y curé de mi alma de innobles pesadillas. Poco más que eso, revisar alguna carta de navegación y alternar con viejos amigos de taberna, lo justo para agradecer lo debido y reirme del pasado. Y aquí me encuentro otra vez, en mi viejo velero, gastado de tanta gesta, escorado de estribor, con las jarcias roídas y el timón falto de lustre. Minucias de puerto, nada que no lo pueda remediar el más torpe astillero o el capitán más enamorado de su barco. Hoy zarpamos de nuevo devota tripulación. Leven anclas y desplieguen como manda las velas mayores. Despidan los suyos y afinen los sentidos. El cielo es limpio y el viento nos asiste. Con eso una dosis de locura, de hermosa locura, toca ser libres de nuevo...

3 comentarios:

CDI_RSH dijo...

Ya tenia yo ganas de navegar por tus letras; vamonos que nos vamos!!!

Anónimo dijo...

kike! que sorpresa me he llevado cuando he visto tu comentario de hoy. animo y adelante

Anónimo dijo...

¡WELCOME!!!!