jueves, 4 de marzo de 2010

Películas a mi manera...

Todavía la oscuridad le ganaba la partida a la inevitable lumbre de un nuevo día cuando un golpe seco me despertó y me hizo quedar alerta. Otra madrugada me había ganado la partida y dejaba mi rumbo a merced de viento y marea, jugando a ser incauto por olvidar disciplina en el gobierno de mis propias manos. Con lo que pude, torpe en gestos, pude acertar a recoger raudo arreos y aparejos para poner cierto orden entre tanto oleaje y tiburón suelto. Con cada paso hacia hacia el timonel la certeza de una deriva irrecuperable para entonces encendía los temores más amargos. Pero esta vez los dioses quisieron darme tregua, y pude encauzar la desdicha a tiempo, por poco, pues a dos palmos, por popa, una bandera enemiga preparaba el corso para hacerse a la batalla contra mi nave, lo que hubiera propiciado un naufragio difícil de salvar por cualquier capitán, a buen seguro. Ya solo me quedaba aprovechar la brisa de primera hora y resolver mi destino arribando en alguna cala resguardada de bucaneros y cazadores de tesoros. No fue fácil, tuve que navegar de levante a poniente, esquivando rutas comerciales, a golpe de timón y jarcia, alimentando la esperanza de encontrar la arena de una playa desierta y poder volver al catre para recuperar horas de sueño y matar desgana. Hasta que ocurrió, cuando más maldecía a todas las almas que habitan los océanos, cuando la mar era más brava y desagradecida. Al fondo de una corriente mañanera, con la Luna todavía por testigo, allí pude lastrar el ancla en piso firme y salvar mi dicha, al menos por un día, hasta la próxima que tocase.

Volví a casa angustiado. Al fin había encontrado aparcamiento, sin ser zona azul, ni roja, ni naranja, cansado de tener que buscarme la vida mañana sí mañana también para librarme de las multas de unos cuantos piratas a sueldo que persiguen a uno por un puto ticket de estacionamiento. Habrán imaginado, a buen seguro, una aventura más romántica entre mis letras. Nada más lejos de la realidad, pero es que esta manera de relatarlo es la única forma que tengo de reirme de lo cotidiano y así poder albergar un halo de optimismo en el cotarro que nos atañe, aunque tenga que echar mano de la ironía o la imaginación, como es el caso. Si no es imposible.

Y qué quieren que les diga, prefiero contarles la película a mi manera, que ya están otros para fastidiarles el final de la trama, pues siempre es el mismo, el mismo final indigno y aburrido que a nadie ya sorprende, para colmo. La misma película de todos los días amigos, esa que nos desayunamos sin rechistar y nos empacha de injusticia y desvergüenza…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las zonas azules es el ayor robo que los ayuntamientos nos hacen a diario. y ya no solo robo sino molestia que aun puede ser mas grave. Teneoms que andar pendientes de ellos como si la calle no fuera ya de todos y estuviera suficientemente pagada. Una forma original de ver el problema. solo nos queda eso, ser originales. Besos Kike