jueves, 25 de junio de 2009

El amigo de los niños...

El pasado fin de semana nos dejó Vicente Ferrer, quizás uno de los ejemplos más perfectos de vida dedicada a los demás que he tenido oportunidad de leer. Hablar de su paso por éste mundo es adentrarse en una idílica aventura con lo humano imposible de traducir en pocas líneas por mi pluma, que se queda pequeña ante tan magnífico sueño hecho realidad. Un hombre que luchó en la guerra sin dar un solo tiro, en el bando equivocado, ingresando en la Compañía de Jesús al poco de dejar las armas. Desde Barcelona viajó como misionero a la India, donde sus métodos no terminaron de gustar y acabó siendo expulsado de la Orden para iniciar su camino en solitario. En 1969 puso en marcha una organización no gubernamental que provocó la mayor transformación que se recuerda en aquel país dejado de la mano de Dios. Encontró agua donde no la había, llenó de pozos auténticos pedregales sin posibilidades, dio de comer a miles, millones de niños, construyó hospitales en ciénagas abandonadas, y un sin fin de obras incontables que dan buena fé de su amor a a la mismísima condición humana. Y tanto milagro le hizo merecedor de cientos de premios y de llegar a estar incluso nominado al Nobel de la Paz, pero era lo de menos. Vivió sumido en la esperanza de que algún día no quedaría nadie con hambre en éste planeta. Y así nos dejó, como los santos, en silencio. Hoy yace en la ladera de su montaña preferida, allí en la India, pero permanece en lo más profundo de millones de almas que hacen de su recuerdo una manera de comportarse en la vida. Un milagro reencarnado, en unas pocas líneas, humildes, como su gesto... descanse en paz...

2 comentarios:

Mariló dijo...

Me uno a tua palabras.

Anónimo dijo...

desde luego, descanse en paz