miércoles, 10 de junio de 2009

Conciertos a eso de las doce...

Tengo una cita cada noche, a eso de las doce, cuando la ciudad duerme y brota mi mirada al amplio horizonte que puedo divisar desde mi aposento. Una cita que da sentido a un día sin sustancia, al menos un ratito cada noche…
Y es que el calor y la desidia crecen bajo éstas cuatro paredes que suenan huecas, con un silencio únicamente roto por algún pájaro que posa en mi ventanal a observar un paisaje de edificios sin alma que habitan bajo estrellas hermanas de la Luna. La soledad no descansa, a veces me envenena, a veces me resucita, pero permanece, y ello la dignifica, pero de cuando en cuando suceden pequeños milagros que iluminan los pocos gestos amables de mis fauces…
Durante todo el año, cada madrugada, en su espesura, he sido testigo mudo de los acordes sublimes de una guitarra española que era acariciada por dedos anónimos para mi estampa pero reconocibles para cada uno de mis sentidos. A eso de las doce, cuando las brujas surcan el cielo, asomo al deleite musical de alguien que ni sospecha que cada noche toca para hacer volar mis mejores versos en prosa. Debe ser algún estudiante de música, de esas almas incomprendidas que suspiran por cinco cuerdas y un silencio, artistas que regalan obras al aire sin saber que siempre hay alguien dispuesto a admirar su arte…
Es entonces, a eso de la medianoche, cuando ocurre el pequeño milagro. Cuando sus notas saludan mi perfil asomado a la vieja cornisa y empiezan a lucir letras de mis manos, otorgándome sin saber instantes mágicos que no se olvidan durante el día y que renacen cuando cae la oscuridad. Unos minutos que enamoran, mientras espero que la inspiración cruce mi puerta solitaria…
Procuro cada madrugada no faltar a mi cita de nuestra guitarra anónima, hasta que alguno de los dos falte, porque así lo quiera el destino, y la magia desaparezca de un ventanal gastado por el paso del tiempo, pero divino escenario, sin saberlo, del mejor de los conciertos dedicados al viento…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

magico tu escrito de hoy.

Anónimo dijo...

El arte de regalar sin saberlo pequeñas cosas que algunos amamos. Me recuerda la historia a una vecina que tocaba el violonchelo y a mis sábados de relajación al levantarme con su música de fondo.
Tú también nos regalas unos minutos de relajación con tus escritos.
Gracias por cada día que escribes.

Anónimo dijo...

hoy te has superado, creo que es uno de los mejores escritos q has hecho...me ha llegado. Gracias, un beso

Anónimo dijo...

Tus palabras suenan tan mágicas como los acordes de la guitarra de tu vecino.
Tienes "duende".
Un beso.