domingo, 7 de septiembre de 2008


Insistir, a estas alturas, en que aprecio en general más a los perros que a los hombres es una obviedad que no remacharé demasiado. He dicho alguna vez que si la raza humana desapareciera de la faz de la tierra, ésta ganaría mucho en el cambio; mientras que sin perros sería un lugar más oscuro e insoportable. Cuestión de lealtad, supongo. Hay quien valora unas cosas y quien valora otras. Por mi parte, creo que la lealtad incondicional, a prueba de todo, es una de las pocas cosas que no pueden comprarse con retórica ni dinero. Tal vez por eso, la lealtad, en hombres o en animales, siempre me humedece un poquito los ojos...

Todo esto viene al caso porque ayer viniendo tarde de Huelva vi al menos 3 perros en el arcen destrozados por algún coche desafortunado. Que mala forma de pagar la lealtad y la humildad de un perro, en una cuneta de mala muerte con golpes y magulladuras, pero no es otra cosa sino reflejo del mundo donde vivimos, cruel con el honrado, vil con la nobleza...

Inconsciente de aquel que en mi presencia actue olvidando los perros en una cuneta, entonces sí que habrá motivos para encarcelarme...

Malditos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

totalmente deacuerdo

Anónimo dijo...

Recuerdo el anuncio publicitario de "Él nunca lo haría" y ese perrito con cara de pena...
La verdad es que a veces la raza humana es tan repugnante que arremete contra lo más frágil. Así nos va.
Miriam

Anónimo dijo...

gracias por vuestros comentarios