lunes, 17 de septiembre de 2007

Creo que ha llegado el momento de avanzar, de dar un paso adelante. En el último año he aprendido más de la vida que, casi, en el resto de ella... He cometido muchos errores, como todos los humanos, aunque también he hecho otras cosas que considero positivas, como es perdonar, olvidar y dar segundas oportunidades a aquellos que realmente las merecen. Por razones muy diversas, hay gente en mi vida que ya no están, lo cual me hace sentir incompleto, pero también pienso que, por mi parte, mi puerta siempre estará abierta a la amistad. Estoy cansado de mensajes escondidos entre las amargas líneas de los demás, me duele y me cansa pedir perdón en vano. Todo eso está dicho, todo eso estará siempre ahí, y sé que por mucho que haga algunos dolores no se pueden evitar o reducir. Tan sólo quiero liberarme de toda esa carga invisible que llevo en los hombros, ser consciente de mis errores, coger las piezas sueltas del suelo y la gente que me ha apoyado y seguir para adelante, sin olvidar lo que he sido o he hecho, pero sabiendo que todavía queda mucho camino por andar y, quién sabe, quizá en ese camino vuelva a reencontrarme con mi pasado... Dicho esto, prometo evitar mensajes, indirectas o cualquier tipo de insignia que haga mención a un pasado que muchos quieren olvidar, no para darle la espalda a dicho pasado, sino para evitar a otros el disgusto de tener que volver a revivirlo o de tener noticias que, claramente, no desean tener. No odio a nadie, me siento muy orgulloso de ello, pero tampoco siento pena hacia los comportamientos ajenos. He aprendido a no juzgar, sobretodo cuando en nuestro propio universo todos podemos encontrar fallos y defectos que nos harán madurar y continuar. A los que están, os quiero. A los que estuvieron, os quiero también y os echo de menos. Ayer, el baloncesto me hizo recordaros

Juanpa, Laca, Pupi, vini, chaki, chagui, franky....

1 comentario:

Anónimo dijo...

dos cositas.calvino y cortazar.al hilo de tu'parrafada'del lunes. a ver q les sacas.

[...] “Llegue en la primera juventud, una mañana, mucha gente caminaba rápida por las calles hacia el mercado, las mujeres tenían hermosos dientes y miraban derecho a los ojos, tres soldados sobre una tarima tocaban el clarín, todo alrededor giraban ruedas y ondulaban papeles coloreados. Hasta entonces yo solo había conocido el desierto y las rutas de las caravanas. Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas. Pero ahora se que este es solo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea.”[...]

[...]Entre la maga y yo existe un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena de llama pena, mi amor se llama mi amor… cada vez ire sintiendo menos y recordando mas, pero que es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que se vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en si, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grande los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo estro se lo voy diciendo a Crevel, pero es con la maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que solo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos o llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido, pero una vez mas yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida terrible en la que solo tocaban el agua con la punta del pie. Hay ríos metafísicos. Ella los nada como esa golondrina esta nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejo con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es su orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mi, enterrado en prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejáme entrar, dejáme ver algún día como ven tus ojos.
Inútil. Condenado a ser absuelto. Vuélvase a casa y lea Spinoza. La maga lee interminables novelas de rusos y alemanes y Pérez Galdos y las olvida en seguida. Nunca sospechara que me condena a leer Spinoza. Juez inaudito, juez por sus manos, por su carrera en plena calle, juez solo por mirarme y dejarme desnudo, juez por tonta e infeliz, y desconcertada y roma y menos que nada. Por todo eso se que desde mi amargo saber, con mi podrido rasero de universitario y hombre esclarecido, por todo eso, juez. Dejate caer golondrina, con esas filosas tijeras que recortan el cielo de Saint Germain des Pres, Arrancá esos ojos que miran sin ver, estoy condenado sin apelación, pronto a ese cadalso azul al que me izan las manos de esa mujer cuidando a su hijo, pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la geociencia y la conciencia. Y con tanta ciencia una inútil ansia de tener lastima de algo, de que llueva aquí dentro, y de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas, si, por fin a cosas vivas. [...]

alguien cuyo camino cruzaste una vez