jueves, 3 de diciembre de 2009

Se nos van los buenos...

Jubilado. Fue la palabra exacta que utilizó hace unos días en un correo un amigo de la infancia al que respondí con torpeza al cabo de los días. Se refería a Don Rogelio, profesor de mis primeros años pubertinos, chapado a la antigua en las formas, con la misma camisa insípida y su tabaco en el bolsillo de la misma. Era raro verle sentado, como mucho apoyaba las muñecas en la mesa para anotar a la altura de nuestro nombre algún positivo o negativo según fuera la copla. Tenía nuestro respeto, era de esos tipos que miran de frente y sonríen lo justo, implacable, para lo bueno y para lo malo. Recuerdo el cuaderno por el que se regía para darnos la vara, uno de esos portafolios de aspecto amarillento, con las tapas gastadas y llenito de tachones, dando buena cuenta de un trabajo hecho a conciencia a lo largo de los años. Era otra época, me dirán. Sí, una época en la que los niños no amenazaban a los maestros y los padres no permanecían indiferentes. En aquel tiempo las travesuras eran inocentes, no se grababan vejaciones ni se insultaba con tanta facilidad y destreza, a no ser que quisieras irte a la cama calentito. Don Rogelio era de esos pocos profesores que no iban a la escuela a cumplir sus horas y a otra cosa mariposa, era esclavo de su vocación y dueño de sus explicaciones. Se desgañitaba haciendo figuras en la pizarra y garabatos imposibles, todo para que entendiéramos cualquier cosa, por nimia que fuera. Y exigía, vaya si exigía, todas las mañanas a primera hora nos hacía levantar de la silla, uno por uno, para preguntarnos por textos de días anteriores, una verdadera evaluación continua, todo un reto para la educación de hoy día…
Me acordé de él esta misma mañana, al leer por encima el informe Pisa, que deja a los niños españoles como lo peorcito de Europa en conocimientos y educación. Don Rogelio nunca supo lo que era un informe Pisa ni una Evaluación Comunitaria, distaba mucho de conocer la estructura presupuestaria del Ministerio de Educación ni los secretos de la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Odiaba los tecnicismos y el papeleo, pero les puedo asegurar que aprendí más de ese hombre de lo que poca gente, y no sólo de raíces cuadradas y divisiones con llevadas, también me mostró el camino, a mí y a todos los demás, para hacernos hombres y mujeres de provecho, auténticos y respetables. Es por eso que me suenan a pamplina tantos informes y convenios, tanto estudio de campo y palabrería barata, cuando el problema de la Educación se arreglaría fácil, pienso, con muchos Don Rogelios, traduzco, profesores vocacionales, sin arrugas mentales ni temores de película, con los pies en la tierra y su misma mirada digna, sin bajarla jamás ante las pretensiones de cuatro niñatos enfermos. Pero ya ven, en vez de llegar, se van jubilando, y nos van dejando el aroma de su recuerdo, eso y su imponente ejemplo, grabado a fuego en los que alguna vez le sufrimos. Por todo eso, fui torpe al responder al correo de mi compañero, ya ven, con un simple y descuidado “se nos van los buenos, amigo, se nos van los buenos…”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

todos tuvimos un profesor asi en nuestras vidas que nos marco. un saludo

Anónimo dijo...

estupenda descripcion de tu profesor. Yo estoy deacuerdo con el anterior comentario. Todos teniamos un profesor al que respetabamos mas.ana

Anónimo dijo...

espectacular amigo.los pelos como escarpias tengo. juan

Fran dijo...

Cuando tengo un hueco siempre me gusta echar un vistazo al blog y hoy no puedo irme sin comentarte.La verdad que Don Rogelio era increíble,nadie tenía tanto interés en que aprendiéramos como el.Aun me acuerdo de los resultados de matematicas perfectamente encuadrados en boli rojo en ese cuaderno apaisado...si no querías ganarte 5 negativos jaja.Y quien diga que ahora hay mas cafres en las clases...que me perdone,pero cafres han habido siempre y bien callados que estaban con Don Rogelio.Un abrazo y enhorabuena por el blog Kike!