martes, 30 de junio de 2009

Gustavo en su placita...

Malos tiempos para la lírica, como diría la canción. A mi vuelta del trabajo suelo venir cada día siguiendo un itinerario distinto, quizás por aquello de escapar de una rutina agobiante que me atrapa desde hace mucho. Ayer, aprovechando que la ola de calor amaina, decidí venir por los jardines de Maria Luisa, escenario sin quererlo de turistas despistados que lanzan fotos por doquier sin saber muy bien el terreno que andan pisando ni su historia. El paseo era agradable, no tenía ni prisa ni hambre, y me dejé llevar por tanto sosiego, sentándome en un banco que daba a una de esas estatuas roídas que recorren el parque. El sonido del agua al caer en la piedra y mi cansancio hizo el resto. Cerré los ojos, dejé la mente en blanco y ocurrió lo inevitable, quedando mansamente dormido con la cabeza apoyada sobre mi brazo, hipnotizado por tan bello paraje, con dos patos en cortejo testigos de mi rendición a Morfeo. No sé precisar si fueron segundos o minutos. El que me conoce sabe bien de sobra de mi afición a la dormidera en cualquier situación, pero les puedo contar lo que soñé, a riesgo de que suelten la carcajada. En mi sueño se acercaba un hombre de mediana edad a mi banco, con mucho misterio, y me miraba con la lágrima saltada, sin decir nada, sin responder ante mi consuelo. No recuerdo su cara, no me dijo una palabra. Sólo se sentó, primero sonrió, después asomó la lágrima, apretó mi hombro, volvió a sonreir, y se perdió entre los jardines de flores vivas sin echar la vista atrás. Desperté abrumado, como esas veces que no distingues sueño de realidad, sobre todo cuando quedas traspuesto en lugares diferentes a los habituales. Miré al frente, a la vieja estatua roída, postrada ante mí de espaldas, y sentí de repente la divina curiosidad de saber de quien se trataba. Era Bécquer, sonriente, pintor de amores y batallas, tan vital como virtuoso de las letras, tan humano como sencillo. Un escalofrío se apoderó de mí. Quedé ante él, muy quieto, paralizado ante tanta nobleza y tanta historia verdadera, rememorando todos sus valores apasionados que no eran de éste universo. Es por eso que Dios quiso llevárselo aún siendo joven, es por eso que quiso visitarme en sueños y dedicarme un gesto, allí, en su pequeño apartado olvidado, en ese mundo perfecto donde se mezclan naturaleza y soledad para darle un sentido mágico a las palabras... Permita usted, poeta, que hoy dignifique mi placita con prosa humilde. Le pido, en su infinito, velar por mi inspiración y mi pluma. Yo, si le parece, prometo no dejar de visitarle de cuando en cuando y mientras pueda…

9 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha encantado kike

Mariló dijo...

Hasta Becker te diría que eres bueno, muy bueno.
Tu escritura es un bálsamo.
Por tu bien y por el nuestro que nunca te falte la inspiración.
Un besazo.

Kike dijo...

ejejeje, Becker el tenista¿? Ese no creo que me entendiera...
Besos y gracias!

Mariló dijo...

tu antes tambien eras Quique, los tiempos cambian.ja,ja.

kike dijo...

es verdad. Aunque no te falta del todo la razon, porque al parecer en la epoca se escribia a veces Becker, segun he leido...

Anónimo dijo...

Manten tu voluntad férrea de seguir escribiendo y conseguiras aún sin darte cuenta, traspasar esa "linea" tras la cual solo pueden habitar los poetas y los grandes creativos, esos como Becquer, Espronceda etc.
Espero ser testigo de tal evento...
!!!ánimo!!!

Anónimo dijo...

Espronceda? ya se quien eres.

Anónimo dijo...

a partir de ahora me fijare en esa estatua que dices y me acordare de ti. besos

Anónimo dijo...

a partir de ahora me fijare en esa estatua que dices y me acordare de ti. besos