jueves, 21 de mayo de 2009

Justos en Sodoma...

No me fascinan los niños. Quizás por pensar que ya no guardan la genialidad en estado virgen, sucia de toda la contaminación que llevan a cabo padres, profesores de escuela, televisión y series de mediodía, por no hablar de revistas superpops y nintendos de ese y de aquel…
Con tanta sobreestimulación a éstos pequeños hombrecillos y mujercillas, hemos asesinado de un plumazo la posibilidad de que el genio persista. Ya no se aburren, no crean, sólo relajan la mente ante un mando a distancia o un mando de la play, que da lo mismo. No se cuidan los artistas en potencia, se pretende encorsetar, desde la Educación, un estilo de comportamiento que hace la vida más cómoda a profesores y padres, pero que olvida en un rincón la posibilidad de crear nuevos mundos, ya sea plasmado en un relato o en una pintura abstracta. Por no hablar de la crueldad de los semejantes en el recreo, capaces de hundir al más pintado por conseguir la simple risa del compi de pupitre, hiriendo de muerte las ganas de expresar nada. La ley del más fuerte, ya saben…
Pero hay señales aisladas de esperanza. Venía camino de casa, detrás de una abuela con su nieto, a paso lento, como andan las abuelas. El niño, que no contaría más de 9 primaveras, atendía cada palabra de la anciana con auténtica admiración, sonriendo humilde ante cualquier chascarrillo, mirando por sus pasos, adelantándose en cada cruce, como dios manda. Casualmente, la mujer vivía en mi edificio, y fue cuando pude ser testigo del pequeño milagro. La señora se dirigió al niño, allí, delante de mis narices, y le preguntó… -¿Cómo te llamas hijo?. –Luis, señora…-, respondió. –Pues muchas gracias Luis, te agradezco que me ayudaras a cruzar tanta carretera hasta llegar a casa… Y fue cuando nuestro pequeño héroe, de aspecto desaliñado, dijo frescamente… -Nada que agradecer señora! Si de todas formas me iban a poner falta en clase por llegar tarde!... Y allí separaron sus caminos…
Quedé perplejo, estuve por acercarme a la escuela del chaval y romper una lanza por él ante la profesora inconsciente que llamaría la atención del muchacho por llegar con retraso, pero ya había doblado la esquina corriendo el zagal…
Excepciones por las que me parto un brazo si hace falta, porque estamos faltos de gestos sin esperar nada a cambio, y son ellos, esos pequeños genios, los que un día pueden salvar éste corral de la mediocridad y la desidia en la que nadamos, si les dejamos… Y es que, como dicen, siempre hay algún justo en Sodoma…y eso me anima...

2 comentarios:

Mariló dijo...

Me encantan los niños! Es algo de lo que he disfrutado siempre,nos sorprenden a nada que les prestes atención,ahora bien, hay que saber bajar y ponerse a la altura de su inocencia, un ejercicio que se hace poco pero compensa mucho.
Espero algún dia verlos de nuevo corretear por mi casa.Son la alegria de la vida.

Anónimo dijo...

los niños de hoy dia estan fatal educados, has tenido suerte de ver alguno todavia con valores.