lunes, 29 de diciembre de 2008

Pasteles entre trincheras...

Navidad como cualquier otra, no esperen crónicas indigestas y resacas de órdago. Tengo por buena costumbre, en Nochebuena, acostarme temprano, quizás ahogado entre tanta salsa carnicera y sales de mariscos deliciosos. No mucho más, algún dulce, quizás un licor bien aliñado con risas que vienen a cuento y pronto Morfeo hace de mí su único heredero, pues es cuando las calles más se poblan de carcajadas y de euforia, y el alcohol, más o menos destilado, hace el resto...
Poco antes de la famosa cena partí con mi padre a comprar unos dulces, una humilde pero limpia pastelería que regenta una familia emigrante yugoslava. Pude ver el reflejo de la guerra en el rostro de aquel hombre que despachaba, de mediana edad, repartiendo los manjares en la bandeja con la misma delicadeza con la que aconsejaba bocados exquisitos, tanta humanidad en tan pocos gestos...
El viento lo trajo a Huelva, la ciudad de las balsas de fosfoyesos que contaminan y ciudadanos sin corazón que asienten al destino sin rechistar, el lugar donde, en Nochebuena,cerca de la pastelería digna de la familia yugoslava, cientos de jóvenes en desvarío se intoxican sin medida vaso en mano, en medio de la calle, como yonkis de sí mismos, y con el mundo por testigo, aplaudiendo...
Volviendo a casa, con mi padre portando su bandeja de dulces, cruzamos por aquella fatídica calle donde yacían seres con morada pero sin moral, el cementerio de las risas, pues la felicidad en las fauces era unánime, tanto como la tristeza de mi alma, quizás rabia, no sabría traducir tanta vergüenza...
Y me vino a la cabeza la humilde y trabajadora familia yugoslava, y la tenebrosa imagen que encontrarían cuando echasen el cerrojo al negocio y fueran a casa a cenar, pues tantos vasos rotos en su camino, tanta violencia gratuita, tanto incompredido sin armadura, no creo que distase mucho de la tierra que un día dejaron porque el aire se hacía irrespirable, valga la macabra comparación. Y pensé, ahora sí, furioso, que no somos dignos de tener en nuestro mundo gente tan luchadora, curtidas en el silencio, pues también habitamos en guerra horrenda, la que afligimos contra nosotros mismos, la guerra civil de las almas, y si no me creen den una vuelta por mi calle, en Nochebuena, tendrán que sortear vidrios rotos y hasta alguna que otra trinchera ...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

q alegria q vuelvas, en navidad es super aburrido todo

Anónimo dijo...

graciass

Anónimo dijo...

anoche soñé que volvias a escribir...y se ha cumplido jajjaja....muy bueno el relato...un beso!

Anónimo dijo...

meravigliosa escritura

Anónimo dijo...

Muy bueno kike...
MVO