jueves, 10 de marzo de 2011

En su día, apenas nada...


Ya los héroes no llevan escudo ni clavan su mirada al infinito en pose orgullosa. Ya no visten pieles de león ni lucen espadas milenarias. Tampoco motivan versos de poetas de la época ni reciben reverencias del plebeyo. Atrás quedaron las gestas de honor y las muestras de valentía, el gallardo guerrero al galope mientras amanece en el horizonte. Ya los trovadores no cantan en aldeas los relatos y los cuentos, ni los niños juegan a ser traviesos en nombre de algún apuesto titán. Los dioses no les alumbran con su suerte ni velan por sus justas, pues ya no hay guerra que librar, o eso parece, en un cosmos de vanalidad, de hastío y de pobreza…

En todo eso pensaba esta mañana gris cruzando Triana, girando la vista al Río y su grandeza, silencioso como lo dejé antaño, soñando historias de señores y princesas, a su vera, declarándose amor eterno recitando obras de Petrarca. He imaginado hoy al artista huérfano de ídolos, de marineros ávidos de coraje, de lanceros de sin igual puntería, de piratas audaces en busca de mil tesoros. Le he visto con el lienzo desgarrado, sin ternura ni valor para dedicar su pincel a mortal alguno. Y así crucé a la otra orilla, con el corazón descarnado, desamparado por un presente que ama al maldito que solo sabe empuñar la mentira, y no pude sino bajar la mirada…

Pero es el río sabio, no hace falta que les diga. No había dado ni tres pasos, alguno más acaso, que fui a dar con la verja de un colegio, en tiempo de recreo, con los niños correteando por los jardines y uno encaramado a la verja, esperando tranquilo, observando la muchedumbre esforzada en seguir su rumbo. En esas, me rozó por la derecha una mujer esquivándome desde atrás, saliendo al encuentro del pequeño, portando en sus manos un zumo y un bocadillo, aún con el uniforme de limpiadora, serena, y todo se paró de repente. Pude al fin caer en la cuenta amigos míos,  el guiño del destino a mi desesperanza. Terminar por creer que es tiempo de héroes, claro que sí, más que nunca, solo que son de esos que tienen que hacer hueco en su batalla diaria para  acercar el panecillo al crío, mirando la hora para no llegar tarde a la faena y rezando para que un jefe innnoble no ponga mala cara, uno de esos que no saben reconocer, ni siquiera en el día que le dedica el mundo,  el gran mérito, más en nuestro tiempo,  de ser una digna mujer trabajadora. Y es por eso que hoy tienen mi respeto, mi admiración y mis letras, apenas nada…

4 comentarios:

AnaIllescas dijo...

coom mujer trabajadora me ha emocionado tu relato. gracias por darme una sonrisa y mucha fuerza en esta mañana.

Mariló dijo...

Te he dicho ya que me gusta aun más,si cabe, la madurez de tus letras?

Anónimo dijo...

Jo kike, qué emocionante...Sin duda se merecen esas palabras toda mujer que lucha y trabaja no sólo fuera de su casa...Algún espero ser yo kien vaya corriendo a darle ese panecillo a mi niña...Gracias por emocionarme de nuevo!GUAPO!!!

María Vázquez

Anónimo dijo...

Me alegra tenerte de nuevo por aqui... Te echábamos de menos... Un beso. Tita Isa.