lunes, 11 de octubre de 2010

Mundos reales y mundos de mentira...


No hace mucho que un amigo, entre copas, con la desvergüenza típica que da la confianza, me decía a sabiendas del desaire que mi viaje por el Guadalquivir me hacía rozar un mundo de ilusiones y melancolía que dista mucho de ser real, que la vida es otro rollo, ya saben, madrugones y esas cosas… Hacía poco aún de mi llegada a Sanlúcar y andaba todavía algo aturdido de tanta aventura en tan poco tiempo y todos los recuerdos imborrables de un camino excelso, y no acerté a otra cosa, en aquel momento, que a asentir ante el comentario y no reprobar sus palabras. 

Pero fueron pasando las semanas de verano y esa frase me iba deshilachando las ganas de compartir mi travesía con quien tenía a bien preguntarme al respecto, como si resonara con más vigor cada vez que la rememoraba en mi cabeza. Fue entonces cuando decidí poner más atención a los detalles, los detalles del mundo “real”, el lugar que habitamos cada día con sus mismos quehaceres y maneras. Me intrigaba conocer cómo el ser humano podía acostumbrarse a lo mismo de siempre, por anodino que fuera, a fuerza de repetir lo infumable y ver como otros también lo hacen y se conforman. No lo comprendía. Porque, si bien he luchado en esa misma batalla media vida, siempre tuve la esperanza de escapar alguna mañana y sentir que hacia algo auténtico, y, en cuanto tuve la oportunidad, no pude sino aprovecharla. Estaba yo equivocado en algo, y esa frase así lo atestiguaba. No todos los humanos poseen ese anhelo puro de escuchar lo que el corazón les dicta, y, más aún, no todos entienden que los demás tengamos esa sensibilidad hacia lo desconocido. 

Pero ya que han pasado unos meses, ahora que puedo opinar con la perspectiva que da el tiempo, sé positivamente que mi amigo iba bien desencaminado. Habiendo observado lo suficiente, he podido caer en la cuenta que el “mal llamado” mundo real entiende más de mentiras que de verdades, que trabajamos cientos de horas en cosas que no nos gustan, viajando por donde nos han dicho, comiendo lo que nos recomienda la carta y mirándonos al espejo cada noche pensando que nos falta algo, y encima poniendo buena cara en el día a día. No amigo, formaré parte de tu mundo durante mucho, desde luego, porque quiero disfrutar las cosas buenas que tienes a la mano si le das un sentido digno, verbo que ya pocos conjugan, pero seguiré sintiendo por bastante tiempo, quizás mas allá del final de mis días, que existe un atajo a la felicidad que nunca debe caer en el olvido, un caminar libre, propio de lo humano pero tiznado de divino que nos acerca a nuestro centro si estamos dispuestos a poner la oreja y abrir bien la mente, y con esa actitud vengo ahora a tu mundo, convencido de pisar fuerte ante una senda más que resbaladiza y llena de peligros, los peligros del alma y de quienes no creen en ella ni de lejos, los mismos que siguen un camino que no les lleva a nada más que criticar entre copas y ver la vida pasando ante sus ojos…

2 comentarios:

Tita inma dijo...

El mundo real es el que cada cual construimos día a día, con nuestras ilusiones, esperanzas, alegrias, felicidad, decepciones, fracasos, pero sobre todo con motivación para seguir cada uno por el camino que hemos elegido andar....

Anónimo dijo...

Bien por los valientes y por los luchadores.