jueves, 26 de noviembre de 2009

Robarnos la Sonrisa...

Hoy, mientras esperaba en la cola del pan, dos marujonas me deleitaron, con todo lujo de detalle, sobre el yerno de un vecino de un amigo que pasaba por allí que, por lo visto, había entrado en la casa de una familia a robar y se terminó llevando, además del mobiliario pertinente, a la mismísima señora de la casa, me explico… La cosa fue que, al parecer, todo había sido una conspiración entre amantes para que, el ladronzuelo y la dueña de la casa, antes de darse las de Villadiego juntos y revueltos, pillaran cacho dentro de lo posible para ir tirando, visto que, tras firmar los papeles del divorcio, no les quedarían mucho donde rascar. Imaginen la cara del cónyuge despistado cuando la policía le descubrió el pastel que tenía ante sus narices. A eso llamo yo entrar a robar, desde luego…
Mientras volvía, me quedé pensando en la historia de las marujas, dándole vueltas. Caí en la cuenta de que eso de robar nunca se me daría del todo bien, y recordé la única vez que metí la mano en huestes ajenas; para mondarse, cuanto menos. Tendría yo 6 años, no más, y los domingos tenía costumbre de pedir la paga, cien de las antiguas pesetas, y emprender camino, todo recto, desde mi casa, la del pueblo, y el kiosco de Paco, en la Plaza. Allí siempre coincidíamos una jauría hiperactiva de pequeñas personitas dando la tabarra al tal Paco, un hombre entradito en años que aguantaba con hermosa paciencia el –dame un chicle, bueno no, bueno sí… de menta dos, de fresa uno,¿ tengo bastante?. En esas, Paco resoplaba y se daba la vuelta para alcanzar la dichosa golosina, dejándose el espinazo por cada petición de los presentes. Recuerdo que sobre de la barra había una cajita repletita de piruletas, de esas rojas, pidiendo a voces que le echáramos mano y saliéramos corriendo, como muchos hacían, sin que Paco se percatase, pero yo, por más que la ansiara, no reunía el arrojo suficiente para hacerlo, aunque no sería así siempre…
El día que les vengo a relatar fui pensando maneras de hacerme con el botín durante todo el camino de ida, fuera como fuera, pero, a medida que me acercaba al lugar del crimen, los sudores y los nervios eran cada vez más patentes. Aún así, ya detrás de la barra de Paco, aprovechando que giró la cabeza para otro menester, me armé de valor y, con un gesto torpe, me eché al bolsillo una de esas hermosas piruletas rojas, mientras mis ojos se abrían como platos, imagino, y mi cara gritara a los cuatro vientos la inocente desfachatez para con ese buen hombre y su negocio…
Jamás me olvidaré del trayecto de vuelta a casa, mirando la piruleta entre mis manos, con la conciencia sucia y la lágrima saltada. Fue cuando, a mitad de calle, decidí salír corriendo para el kiosco de nuevo; con vergüenza torera me asomé, comprobé que andaba en otras cosas y puse la vil chuchería donde la había sustraído minutos antes. Me mezclé entre los demás niños y salí pitando para casa, como Dios manda, que diría aquel. Ahí empieza y acaba mi pulcro historial delictivo, por lo que pueden imaginar lo lejos que me queda la historia de las marujonas, proeza imposible para el que les habla, ni siquiera en sueños. Pero el que no se consuela es porque no quiere, y me conformo con creer que la dignidad la mantuve a salvo aquel día. Eso pienso, todavía hoy, cuando por el pueblo me cruzo con Paco, que hace años cerró el puesto, sin saber el hombre que por allí pasó un niño que aprendió, en su kiosco, a no echar mano de lo ajeno, aunque sólo fuera por no sentir ese maligno cosquilleo que se atraviesa en el estómago. Y es así como va uno conociendo sus limitaciones, a golpe de estilete con nosotros mismos, pero les juro que al final termina compensando, aunque vayas para casa con los bolsillos vacíos, si llegas, claro está, con una sonrisa en la boca y la conciencia bien tranquila…

7 comentarios:

ÁGUEDA dijo...

jajajjaja q weno kike!!! el kiosco de pepe!!! eso lo hicimos todos alguna vez!! ajjajaja

Anónimo dijo...

Bien kike bien!!!!la verda es que no te imagino haciendo esas cosas, a ti se te daba mejor "estafarnos" a nosotros, tus hermanos, comiéndote to los helados y chocolatinas que papa y mama compraban, dejándonos al resto sin ná pa saciar nuestra ansia de ricos y apetitosos dulces!!!cabritooo!!!!!!
MAría Vázquez

Anónimo dijo...

que gracioso lo que has contado hoy. todos tuvimos el deseo de mangarnos algo del kiosco de paco.

Anónimo dijo...

la verdad que creo que todos tenemos una historia parecida de pequeños. cuando era muy importante para nosotros una simple chucheria.juanchi

Anónimo dijo...

jejejeje, ves??? m encantan tb tus historias alegres...
y sip!! todos hemos hecho algo asi...unos más y otros menos pero todos al fin y al cabo!

Mariló dijo...

bien, nos hemos reido bastante.

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho. a ti te ha pasado de todo, o a lo mejor es que sabes apreciar esas cosas que alguna vez te pasaron. admiro esa sensibilidad que atesoras, pero ya eso te lo he dicho mil veces. besos. marina