lunes, 27 de septiembre de 2010

De nuevo en la brecha...

A veces un viejo capitán necesita resguardarse a la lumbre de un candil para lamer las heridas del alma. Ha pasado mucho desde la última vez que cruzamos nuestros pasos, pero no ha habido un solo día que no haya rememorado tiempos mejores, momentos en los que navegábamos a la par los veleros nobles en pos de una verdad justa y divina, la única que nos hace libres y dignos en un mundo de mentira. Los meses en tierra no dieron para tanto, los mismos piratas de siempre merodeando mis vergüenzas en busca de carnaza, aplausos de barro que se deshacían en cuanto doblaba la esquina, la misma sonrisa falsa de quien no ve mas allá de su yelmo. Es por eso que una noche, con la Luna de fondo y la resaca de un verano insulso, observas la armadura olvidada en un rincón, roída de mil batallas libradas contra los males de nuestro universo, y decides calzarte valores que antaño abrazaste para retar al destino una vez más. Y aquí me hallo, dispuesto a salir de puerto con la mirada puesta en el horizonte, esperando que me acompañéis en la travesía que comienza a través de mares que no nos serán apacibles, a buen seguro. De nuevo en la brecha, amigos mios, ya iba siendo hora..

sábado, 25 de septiembre de 2010

sábado, 29 de mayo de 2010

Día 20. Sanlúcar de Barrameda. Es de todos...

Todo era distinto hoy. Desperté dos minutos antes de que mi reloj sonara, y es que un gallo parecía conocer el horario de salida del trayecto de esta calurosa madrugada. Con su canturreo abrí los ojos y ya quedé mirando al techo rememorando lo que podría ser una magnífica jornada. Pronto caía en la cuenta, mientras recogía por última vez la mochila y me detenía a organizar las cosas, de que hoy despediría todas esas sensaciones de primera hora que tanta fatiga han supuesto días atrás. Estoy bien seguro de que cuando pasen las semanas y de nuevo me acomode a la vida sedentaria a la que estoy acostumbrado echaré de menos todas esas horas donde el cansancio y la desgana comandaban mis intenciones. En todo eso pensaba mientras cerraba la cremallera, alzando una mirada nostálgica al quicio de la ventana donde se dejaba entrever una Luna Llena bella como nunca me había parecido.

Así me encaminé hacia mi destino final, Sanlúcar, camposanto de un Río Guadalquivir olvidado por tantas generaciones que se enamoraron en su ribera sin saber toda la magia que destila en cada meandro. Nuestra tierra le debe mucho, por historia, pero además también por ser condicionante del paisaje y las labores que los habitantes de las lindes realizan, y de la que no somos conscientes del todo muchas veces.

Pero como os decía antes, hoy era diferente, por mucho que los caminos fueran maltrechos y tuviera pode delante kilómetros y kilómetros de asfalto. Hoy llegaba al final de mi travesía, veinte días que parecen ahora un sueño lejano, tiempo para aprender de uno mismo y los que me iba a encontrando, un disfrute continuo e intenso donde he exprimido cada instante, a buen seguro. Sanlúcar llegó antes de lo previsto, alcanzada por unas piernas que hasta el último segundo me han sorprendido gratamente. Pronto me contagié de sus calles, de ese olor a frito del sábado al mediodía que me hace revivir épocas de mercadeo y pícaros hurgando en las esquinas la manera de buscarse el pan.

Así llegué a la Plaza del Cabildo, con el paso cambiado, sintiéndome raro por pisar unas calles ansiadas por cada uno de mis órganos, obnubilado por esa lágrima traviesa que no me permitía estar todo lo atento que quisiera a las indicaciones que me daban para llegar al final de mi viaje. Pero como aliado con la suerte y la buena fe del caminante, el empedrado se iba cerrando y se presentaba ante mí un maravilloso palmeral engalanado con buganvillas. Entre el gentío, aparecían los míos, mis padres y Paloma, para darme el abrazo esperado de la llegada, emocionados y orgullosos.

Se acaba así la mejor aventura que viví, poniendo fin a mis letras con un simple hasta luego y el más sentido agradecimiento a todos aquellos que apoyaron mi senda con humanas palabras de ánimo que me permitieron seguir adelante y cumplir un sueño, que ya es de todos.

Cansado pero feliz me despido. Un fuerte abrazo.

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viernes, 28 de mayo de 2010

Día 19. Trebujena. Cuestión de Honor...

Es una cuestión de honor. Hoy llegué a Trebujena entre brisas, donde haré mi última noche. Parece casi mentira, tantos días andando y ya termina una aventura que, como dije ayer, ha despertado en mí emociones que ya tenía olvidadas. Se me antoja lejana Cazorla, aunque en todo este tiempo luchando contra el camino no he perdido un ápice de ilusión por cansado o triste que estuviera. Nunca me abandonaron mis ganas de seguir con dignidad esta travesía que formará parte de los bellos recuerdos que uno se llevará al otro barrio cuando llegue mi día. Y es que, en realidad, así entiendo la vida, como una sarta de vivencias que me dejen buen sabor de boca, auténticas y algo rebeldes, como mi espíritu. La verdad es que, a pesar de los malos instantes, que han sido muchos y duros, pueden creerme, la experiencia en la que me embarqué hace ya tres semanas la recomiendo encarecidamente a todo aquel que pretenda ver algo de mundo y de paso conocerse un poquito mejor. Y para eso, no es necesario coger un avión y plantarse en el otro lado del planeta, como podeis comprobar. No hace falta más que una mochila llena de ilusión y ganas de vivir, además de una gran dosis de humildad para sobrellevar las inclemencias del camino. Les aseguro que merece la pena, y todo por menos de lo que cuesta unas buenas gafas de Sol o ese móvil último modelo al que le tiene echado el ojo. El coste económico ha sido ridículo comparado con las anécdotas y buenos ratos que me llevo, por increíble que parezca. Eso sin contar las buenas palabras que recibí de todos los que me apoyaron a seguir adelante, que fueron abrigo más de lo que imaginais en los momentos malos.

Hasta Trebujena más de lo mismo. He entrado al fin en la provincia de Cádiz con Sánlucar a tiro de piedra y aún no termino de creérmelo. Mis piernas ya casi no me responden y mi conciencia flaquea a cada minuto, pero me queda un hilo de orgullo que exprimiré hasta lo indecible para llegar a mi destino. Me quedan apenas veintidós kilómetros de casi seiscientos que tenía previsto hacer, y, aunque parezca poco lo que me falta para finalizar, no de estoy seguro a esta hora de la tarde de que mañana pueda terminarlos. La única razón mi existencia, en este día de Mayo, radica en aparecer por la Plaza del Cabildo de Sanlúcar a eso de las 2 de la tarde, si no me engañan mis cálculos, y poder girar la vista a los míos. Ahí todo habrá acabado. Una cuestión de honor amigos, por sangre que tenga que derramar, por vergüenzas que tenga que desentrañar, por lo que Dios más quiera...


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jueves, 27 de mayo de 2010

Día 18.Lebrija. Libre, más que libre...

Es una pena. Es una pena que estemos sometidos por unos cuantos mediocres que venderían a su madre al mejor postor si fuera necesario con tal de seguir recibiendo aplausos. Es una pena que nos tengan convencidos de que lo mejor es cumplir con las obligaciones y deberes sociales para escribir sus nombres en una urna y seguir manteniendo el lamentable cotarro. Es una pena que pasen los años y no terminemos de plantearnos si somos libres de verdad para decidir lo que queremos, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestros políticos y hasta lo que nos gusta llevar puesto. Pero al contrario. A poco que caigas en las redes de lo establecido te sumerges en un mentidero de pagos y angustia del que no podrás salir a menos que no te importe lo que pensarán de tí los que te rodean, un precio demasiado alto para el común de los mortales, entre los que me cuento.

En mi camino he atravesado pueblos de todos los colores, gobernados por unos y por otros, y llego a la conclusión de que, si bien puede haber matices, a la mayoría de los que nos mandan les mueve la necesidad de sentir que tienen el Poder, de que manejan los hilos y lo que se cuece entre los suyos. Me ha sido bien fácil percatarme. Sólo he tenido que hablar con la gente de la calle, los que conocen de primera mano la problemática de su tierra. Y todos vienen a decir más o menos lo mismo, que se sienten engañados y estafados por promesas electorales que nunca llegaron a nada.

Pero existe aún una especie peor en nuestra sociedad libre. Se trata de aquel ciudadano, de derechas o de izquierdas, que eso me da igual, que bebe los vientos por cada gesto que hace su partido, en el signo que sea, congratulándose de los éxitos como suyos y culpando al de enfrente si la cosa anda negra. Los denomino talibanes, y es que parecen fanáticos al posicionarse del lado de un grupo para toda la vida, hagan lo que hagan, con la misma fe y arresto con la que animan a su club prefeferido, cuando la Democracia se inventó para todo lo contrario, para formar personas libres e independientes con capacidad de decisión.

Os suelto esta reflexión por cuestión simple. Hoy viniendo de Las Cabezas hasta Lebrija tuve que jugarme la vida, literal, por el arcén de la carretera que une ambas localidades porque a un concejal le dió por escatimar en su día en una senda verde que creía inútil. Y no es que crea que dicha senda es prioridad. Por supuesto, antes existen una serie de necesidades como es la inversión en puestos de trabajo, en agricultura, en subvenciones, etc. Pero si paras en una Venta a retomar fuerzas, en medio del camino de la muerte, y en la misma barra del bar te dan pelos y señales de cómo ese mismo concejal, sin poder comprobarse, se las arregló para hacerse una verea hasta su casa de campo con dinero municipal porque le venía bien, con un coste similar a lo que hubiera costado la que yo reclamo, que es la lógica, entonces es cuando te llevan los demonios y te acuerdas de la madre de ese malnacido que juega con los dineros de su pueblo. Y casos como éste me los encuentro a pares por nuestras tierras, pueden creerme.

Y es así como, lo que, en un principio, parecía que iba a ser un día agradable y tranquilo, se ha convertido por desgracia en una difícil jornada rozando turismos y camiones que me hubieran borrado del mapa con un simple descuido. Como entenderán, hoy no tengo el ánimo para mucho más. Ya sólo miro hacia Sanlúcar, final de un trayecto que, para bien y para mal, me ha mostrado las vergüenzas de una tierra, la nuestra, que muchas veces me entristece. Depende de nosotros darle la vuelta a la tortilla y creernos más libres para decidir lo que queremos y a quien queremos cerca, en todos los sentidos, aunque, a día de hoy, se me antoje una vaga utopía...

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